domingo, 26 de septiembre de 2010

Un disparo directo al corazón

Nota publicada en el número 11 del periódico cultural BA VOICE (septiembre 2010)

Un individuo lascivo es alguien propenso a los deleites carnales. Al amor, en pocas palabras. Lasciva puede ser una banda de rock también. Pero no una banda de rock cualquiera. La historia de Superlasciva nace en Goya, Corrientes, cuando Manuel Farizano y Roberto Decotto deciden radicarse en Buenos Aires para estudiar abogacía e ingeniería, respectivamente. “Los dos pudimos terminar la universidad. En el 2001 me compré una grabadora y empecé a grabar mis primeras canciones. Entre tres o cuatro meses compuse como veinte. Nunca había compuesto tanto. Ahí llegan de Corrientes los músicos que faltaban, y se forma la banda, seriamente”, afirma Manuel Farizano, guitarrista y compositor de la banda. Los primeros recitales de Superlasciva son en el 2002.

Previamente a la grabación de “Encendida”, su primer disco, la banda no tenía nombre. Habían pasado varios. Hasta que antes de entrar a grabar, se deciden. Manuel Moretti, cantante de Estelares, les da una mano: les consigue un productor y les regala algunas recomendaciones. “Había una camada de temas que venían del principio. Tenían una onda reggae o ska. Sin embargo, en un momento, comenzamos a tirar para el lado de la canción rockera. Se dio todo junto, porque fue ahí cuando surgió el nombre definitivo de la banda”, detalla Farizano.

Después llegó “Ascensor”, segundo disco, grabado en mejores condiciones, como “Seducciones Violentas”, su última grabación, ambos bajo la producción de Mariano “Manza” Esaín y la colaboración del que ya en el debut de la banda se convierte en un amigo, Manuel Moretti. “A él lo conocí en un show que hizo en el bar El Imaginario, en Buenos Aires. Recuerdo que éramos seis personas en ese recital. Fuimos a tomar una cerveza. Después empezó a ir seguido a mi casa, para tocar la guitarra. Yo grababa algunas cosas que él tocaba. Mi casa, en un momento, se transformó en un club, todo el mundo caía y nos pasábamos toda la noche de guitarreada”, se enorgullece.

En Superlasciva, el amor da el presente en cada una de las canciones. Y mucho más en la tercera producción, donde se escucha a la banda más cancionera, pop y estimulante. Farizano lo explica: “El tercer disco logra más personalidad. Se nota que hay un crecimiento. Ahí está más explayado el formato canción y todos los arreglos apuntan un solo objetivo”. Y continúa: “A mí me salen las letras porque voy acumulando pensamientos, historias, cosas que me pasaron durante un año, pero las escribo en un mes y en ese lapso le pongo letra a todas las canciones. Por supuesto, también hay ficción, cosas que vienen del inconsciente, y después de un tiempo me doy cuenta de por qué escribí lo que escribí”.

Superlasciva se inscribe en la senda del pop-rock romántico. Curiosamente, en Buenos Aires, en el conurbano bonaerense, y gracias a la recepción que tuvieron bandas como Estelares y Los Pérez García (por nombrar bandas similares musicalmente, pero de diferentes ciudades) se respira un fenómeno que no es nuevo, pero sí creciente. Fede Kempff y Tarantinos, Miró y su Fabulosa Orquesta de Juguete o Klemm, son algunos de los nombres que deambulan por los suburbios del circuito de rock con una impronta cancionera. Son parte de un rock tradicional que mira a las fuentes: The Beatles, Tom Petty, Virus, Los Abuelos de la Nada. Y componen. Y cantan. En el caso de Superlasciva, la canción es lo más importante, aunque el sonido es algo que a su guitarrista también lo preocupa y mucho. “La idea para el nuevo disco es grabar los temas en vivo, con la banda tocando, para lograr un sonido mas enérgico. Porque la gente que va a vernos en los recitales, dice que tenemos otro sonido que en los discos”.

Finalmente, Superlasciva vuelve a Niceto. Será el 30 de octubre. Y es una buena noticia porque el local de Palermo se ha convertido en la segunda casa de la banda correntina en Buenos Aires. Allí se vieron las mejores presentaciones y no es ninguna sorpresa que el lugar, al momento del show, se encuentre colmado.

jueves, 16 de septiembre de 2010

"Somos combativos a nivel mental"

Nota publicada el martes 14 de septiembre de 2010 en la sección Cultura y Espectáculos del diario Página/12

Cuando Federico Cabral era un adolescente –y no sabía muy bien qué hacer con su vida–, se metió en un conservatorio a estudiar música. Su primera adolescencia estuvo marcada por el techno pop (Depeche Mode, New Order) y algo de rock argentino (Soda Stereo, Charly García). Meses después, sus compañeros empezaron a pasarle discos: algunos de bossa nova, otros de samba y de reggae. Había de todo. Pero era otra historia. Corría la década del ‘90, furor del grunge, primeros discos de Nirvana, Soundgarden y Pearl Jam. “Una música con actitud”, dice, entre risas. “Es que la adolescencia te lleva por varios caminos”, apunta. Cabral, líder de Los Aliados del Japón, integrante de La Peña Pop y cantante de Sancamaleón (que hoy presenta Afuera, su tercer disco de estudio, en La Trastienda Club, Balcarce 460) había absorbido bastante como para hacer una banda que “mezclara ritmos latinos con algunos toques de hardcore”. Por aquel entonces, usaba bermudas y camisas leñadoras. Había curtido varias experiencias musicales y rebusques del artista en ascenso. Tocaba por algunos pesos. Sancamaleón, en los primeros años de la década pasada y antes de editar su primer disco, se hizo un nombre con el video de “El camino” (allí, unos pibes asaltan un banco). Hasta Daniel Hadad los acusó de “apología del delito”, en su programa Después de hora.

En 2004 apareció el primer álbum de la banda, Cancionero para niños sin fe, con temas concebidos durante la hecatombe de 2001. “Recuerdo que ya vivía en San Telmo y el barrio hervía. El disco tiene ese espíritu”, detalla Cabral. Polenta, el segundo, es más sensible e introspectivo, con la producción de Goy Ogalde, de Karamelo Santo y Charlie Desidney, dos amigos fraternos e integrantes también de La Peña Pop, un grupo casi acústico que plantó bandera en Guebara Bar, corazón cultural de San Telmo, en donde tocaron una vez por semana, durante ocho meses seguidos en lo que va de 2010. Federico vive en San Telmo. Y eso lo pinta de cuerpo entero. “El barrio mantiene el espíritu de los artistas, debe ser el único que respira esa vibra. Recuerdo que venía a estudiar canto, y cuando vi el barrio, me enamoré.”

Lo inédito y sorpresivo fue la decisión de subir, periódicamente y durante cuatro martes, todas las canciones de Afuera, el nuevo disco de Sancamaleón y producido por El Chávez (“Aprendí un montón con él”, señala el cantante). Regalar música por Internet. Un tema complicado. “A mucha gente el formato disco le parece obsoleto. Sólo unos pocos se fijan en la tapa, en el arte. Pero una de las cosas que se nos apareció fue la escena del pibe en el cíber, con los auriculares, escuchando varios temas, uno de reggaetón, cumbia, rock y con suerte uno nuestro. Subirlo a Internet era inevitable. Nosotros lo que necesitamos es que la gente nos escuche. La entrega por semana nos permitió que los temas se escucharan más”, concede.



–Son pocas las bandas que se animan a regalar sus canciones nuevas por Internet, en especial aquí en la Argentina. ¿Qué fue lo que los animó a subirlas a su página oficial?

–Lo de subir los temas a Internet creo que tiene que ver con lo que dicen las letras. De alguna manera, no nos aísla. A ninguna compañía le interesó sacarlo. Ahora que lo veo, me parece normal. En el día a día no vivo demasiado el tema del disco físico. Igual, el disco físico va a estar en venta en el recital de La Trastienda. La idea era reproducir la sensación de los ’90: las tapas, los créditos, en un punto me parece que el hallazgo más importante fue el cruce, eso de tener el booklet virtual en tu casa. Como banda, creo que estamos en un punto intermedio a nivel público. Sancamaleón no es una banda súper popular, pero tenemos nuestra gente. El otro día un amigo me decía que Sanca está un paso más adelante del resto, pero nos comprenden mucho después.

–La música de Afuera parece ser un resumen de los discos anteriores. Las letras describen una realidad apabullante, pero también mantienen un mensaje esperanzador.

–Sí, Afuera es un balance entre los dos anteriores. Me acuerdo de que el público estaba encendido después de que salió Cancionero para niños sin fe. La banda tenía el espíritu del 2001, con la gente saliendo a las calles. Capturamos ese momento. Sancamaleón es una banda combativa pero a nivel mental. Nunca estuvimos de moda.

Además de cantar en Sancamaleón, Cabral reparte su tiempo en otros dos proyectos, La Peña Pop y Los Aliados del Japón. “La Peña Pop es el lado B de cada uno de los integrantes. Es un laboratorio ambulante, una experimentación. Con La Peña vamos anticipando canciones nuevas de Karamelo Santo o de Sancamaleón, por ejemplo. Tenemos un objetivo: pasarla bien y no ponernos locos. Ahí toco el charango, le pongo distorsión, delay. Creo que si me ve tocar un charanguista me caga a trompadas. Pero la idea es hacer algo popular y experimental. En vez de jugar al fútbol, nos juntamos a tocar”, explica.

–Entre estos dos proyectos, la experimentación de Los Aliados del Japón parece estar un paso más adelante que la de La Peña Pop, ¿es así?

–Es un proyecto solista, pero con una banda atrás. Me gusta mucho tocar con ellos. Y ahí hay canciones que no tienen nada que ver con los otros dos proyectos. Es una música que está más cerca de lo que hacen Lisandro Aristimuño o Manu Chao. Son canciones más de trovador moderno. El año pasado tocamos muchísimo y estamos grabando el disco. Es difícil hacer todo a la vez. Creo que Los Aliados del Japón es la simpleza al poder, que no tiene que ver con Sanca o La Peña. Los Aliados está todo el tiempo en formación. Pero a la gente le divierte mucho el formato. Pero más allá de todo, la única verdad está en lo que escuche cada uno.

Federico Cabral vive de la música. Compone para comerciales. Cuenta que su música llegó hasta Islandia. ¿Cómo? “Mi hermano, que hace videos, hizo una publicidad donde se filmaban todas las reacciones de la gente en un pueblito de Islandia, al escuchar determinada música. Había canciones de Sigur Rós, Bob Dylan, Chemical Brothers y, en el medio de todo eso, ¡había un tema mío en español y tocado con un charango!”.

Crédito fotográfico: Daniel Davobe

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Los vientos de cambio siguen soplando

Nota publicada hoy en la sección Cultura & Espectáculos del diario Página/12

Un desprevenido hubiera pensado cualquier cosa: en los alrededores del estadio Luna Park se veían melenas rolingas, hombres de cuarenta y tantos vestidos con saco y corbata, otros con peinados glam, y muy pocas camperas de cuero o demás atuendos identificados con el heavy metal. Eso sí, todos se refugiaban de la lluvia. Las veredas adyacentes al Palacio de los Deportes estaban recubiertas de camisetas a 50 pesos estampadas con la fecha del recital o la foto de la banda, en plena pose de estrellas de rock. Y hasta vendían remeras totalmente blancas, con la inscripción de Scorpions en negro y su rigurosa tipografía original. El heavy metal recién apareció cuando se apagaron las luces y el público, en el campo y apiñado contra las vallas, comenzó a cantar “Scorpions, Scorpions”, como grito de guerra y aliento a la banda alemana. Y ahí nomás salieron los músicos a calentar el escenario. Klauss Meine (voz), Rudolf Schenker (voces y guitarra), Matthias Jabs (guitarra), James Kottak (batería) y Pawel Maciwoda (bajo) transpiraron la camiseta y tocaron en una hora y cuarenta y cinco minutos todo un repertorio avasallante.

Además de presentar Sting in the Tail, su último disco de estudio, editado en marzo de este año, esta gira mundial de Scorpions representa el adiós definitivo de la banda de rock pesado. Banda que supo conquistar, también, a las amas de casa y a los escuchas de radios tipo Aspen, a caballo de “Winds of Change” y “Still Loving You”, dos canciones que no faltaron en el recital y que fueron de las más festejadas por el público de las plateas. En el campo, en cambio, se aguardaban las que propician el pogo. El Luna Park, que no cuenta con demasiadas bondades en cuestión de sonido, no fue escollo para el grupo nacido en el año 1969 en Hannover. Los Scorpions sonaron escandalosamente fuerte, con bravura e insolencia, y sin parar un minuto a descansar, salvo para los bises. Pero los gestos demagógicos (la bandera argentina descansando en los hombros de Meine, los ademanes tribuneros de Kottak en su solo de batería, los repetitivos “Buenos Aires, Argentina”), a los que el público ya está acostumbrado, restaron varios puntos a la performance.



Con su disolución, Scorpions deja un surco en la historia. Sus integrantes, como afirmaron, no abandonarán la música, pero sí a un grupo que los definió como artistas y como personas. La de la banda alemana es una marca registrada, con una obra descomunal que ocupó gran parte de las últimas cuatro décadas del heavy metal: más de veinte discos grabados (¡pasaron por todos los sellos discográficos!) y miles de conciertos por todo el mundo. En la platea, un hombre de unos treinta años despertó la risa de unos cuantos. “¿Te acordás del álbum de figuritas de rock? Estos eran los más fáciles.” Cuarenta años ininterrumpidos tocando, mejor o peor. Pero allí estaban, ataviados con sus camperas de cuero, pelando un sonido crudo, a todo lo que daba. Más allá de los pergaminos obtenidos en el camino, el grupo comandado por Meine mostró sus verdaderas credenciales. Se escuchó en “Raised on Rock”, “Holiday” y “Dynamite” una verdadera comunión de guitarras, que en un pasaje del recital fueron tres tocando a la vez. El solo de batería de Kottak fue automático –entrenado a la perfección, eficaz, poco espontáneo– y simuló un repaso histórico del grupo acompañado de las imágenes que se proyectaban en las pantallas del escenario. Las siete mil personas cantaron con “Bad Boys Running Wild” y “The Zoo”, dos clásicos imborrables. Los movimientos de los músicos estaban estratégicamente estudiados, pero no perdían emotividad ni la arrogancia propia del género. La lista de temas fue contundente: sólo tres baladas se interpusieron en el camino del rock duro.

“Big City Nights” y “Rock You Like a Hurricane” fueron de las últimas canciones de esta despedida que recién comienza (al tour le restan dos años de conciertos). Para resaltar quedan en el recuerdo de la gente el envidiable registro vocal de Meine, que llegó intacto al cierre y nunca defraudó; así como el estado físico de los guitarristas Schenker, Jabs y del bajista Maciwoda, que aportaron al show con corridas por el escenario, riffs violentos y un espíritu metalero indestructible (todos superan los 45). En cuanto al público, despidió a la banda con aplausos y cánticos (un tibio “Una más y no jodemos más”), pero los músicos no volvieron. En la gente no se vislumbraron la amargura ni mucho menos la tristeza que despierta un adiós definitivo. Había que refugiarse de la lluvia que todavía caía sobre Buenos Aires, mientras resonaba en los oídos la última presentación de Scorpions en la Argentina.


Crédito fotográfico: Rolando Andrade