Dos risas se extienden a lo largo del mediodía y, encadenadas después de una ocurrencia, finalizan para darle espacio a la siguiente pregunta. En esta ocasión, Gillespi y Willy Crook siguen ese mecanismo: pregunta-respuesta-risas-pregunta-respuesta-risas y así hasta finalizar el encuentro con Página/12, en un mediodía caluroso, bajo la sombra de un árbol y con los protagonistas un tanto cansados: Gillespi se levanta a las cuatro porque desde las seis conduce La almohada maldita, de lunes a viernes por la FM Rock & Pop, y a Willy Crook su rostro lo delata: no ha dormido lo suficientemente bien y sus ojos amagan con cerrarse del todo.
Esas risas que se oyen a una cuadra de distancia son las consecuencias del diálogo entre dos amigos extrovertidos, inquietos y locuaces sobre los temas más diversos, que Crook (hábil conversador) hilvana de la manera más amable para resistir una mañana de sueño; mientras Gillespi trata de enmarcar con su discurso la salida del CD-DVD Live from Rulemánia, un registro dirigido por el fotógrafo Edgardo Kevorkian (autor del libro Porco Rex en fotos, sobre el disco solista del Indio Solari) que tiene al ex Las Pelotas y al ex Patricio Rey como protagonistas junto a los músicos que los acompañan durante el año, más unos extras que recopilan escenas en camarines y una entrevista del periodista Alfredo Rosso, los dos vientistas lo presentan esta noche a las 22 en el Teatro SHA (Sarmiento 2255).
Foto por Rafael Yohai |
G.: –(Risas) Me parece que exageró un poco.
W. C.: –Espero no lo tomes a mal.
G.: –Ultimamente perdí mucho de mis raíces interplanetarias. Ojalá que pueda retomar todo eso, pero yo sé por qué él dice eso. Porque él ha escuchado mis demos de canciones cuando yo empecé a flirtear con los sintetizadores y hacer cosas caseras. Todo ese rarismo le gusta mucho.
W. C.: –Yo soy sordo, y él toca los instrumentos al revés, por eso creo que es un extraterrestre y un fuera de serie. Además, porque es mi amigo y me gusta inflarle el globo. Mi ego lo abarca. Hablando en serio, lo que él toca me gusta, me encanta las libertades que se toma y que sus temas a veces duren, no sé, seis o siete minutos y al otro día esa misma canción dure tres o dos.
–Esta unión sobre el escenario se iba a dar de algún modo u otro. Son amigos, transitaron el under durante décadas, tienen el mismo humor.
W. C.: –Estamos convencidos de esto. No, no, perdón, estamos confundidos. Es algo natural que estemos juntos. Nos debíamos plata.
G.: –Se veía venir, pero nadie lo organizaba.
W. C.: –Comprobamos que nos llevamos bien, porque ya nos conocemos de hace tiempo. Tuvimos un programa de radio con Pettinato a principios de los ‘90, un programa que duraba casi tres horas y también tocábamos algo.
–¿Pudieron ver Live from Rulemánia? ¿Son autocríticos?
W. C.: –¡No! Nunca me escucho ni me miro después de tocar. Hay gente que tiene esa costumbre: terminan el show y van rápido a mirar a ver qué hicieron mal y qué bien. Yo sería lo último que haría, pero sobre gustos no hay nada escrito.
G.: –A mí me genera tensión verme. Me produce más nervios verme en una televisión tocando que tocar en un concierto.
W. C.: –Y sí, porque si ya viste a la vaca, para qué vas a acariciar el ternero. (Risas) Pero no somos perfeccionistas, no. La idea es que nuestro perfeccionismo sea todos los días diferente. Esa es la idea del DVD. El enemigo más grande musicalmente es el cliché del perfeccionismo.
G.: –El perfeccionismo mata todo.
–¿Por qué?
G.: –Porque no es humano, es robótico, matemático. Si Willy está haciendo la voz para una canción y graba treinta tomas, la grabación número treinta no va a tener ya ninguna onda de nada. La música que hacemos está hecha de improvisación, de mucha humanidad. Para mí, tocar bien es algo tan especial que es superior a la perfección. La perfección es aburrida y geométrica.
W. C.: –El perfeccionismo no existe, existe una búsqueda de la perfección. La perfección es amar sin ser amado... El perfeccionismo existe como formato y contenido, pero sin propósito no es perfecto. Es lo que dice Gillespi, lo que hacemos está hecho de improvisación, pero basados en un esquema, para que la gente no nos tire hortalizas.
–¿Y entre ustedes se corrigen?
G.: –No, ya estamos muy jugados, por ahí lo que repasamos son algunos arreglos. Yo no estoy ensayando mucho. Y con Willy, por problemas de horario, se nos complica para juntarnos.
W. C.: –Nosotros somos los únicos descarados que buscamos la sección de vientos arriba de la gente, porque ellos forman parte del espectáculo. Se los busca y se los encuentra o no ahí arriba. No hay red y nadie resulta herido en estos conciertos. Miles Davis dijo que “el que no se equivoca es porque no está improvisando”. Somos milesdavisianos y, a veces, no se encuentra el error en nuestros shows, por eso nadie se da cuenta. No se dan cuenta porque es... perfecto. (Risas).
–Por lo general, en este tipo de reuniones aflora la mala competencia. Sin embargo, en Live from Rulemánia se ve la buena onda que irradian, y los músicos que los acompañan parecen viejos amigos.
G.: –Esto es una situación especial. Lo vivimos como tal, es como un recreo que nos tomamos. Somos amigos todos, encima de una misma generación. Nos conocemos de hace tiempo y la situación del escenario es solo una parte de una gran vida que tenemos juntos. Yo soy muy fan de Willy. Me divierte mucho, siempre tiene algo sorpresivo. Es un genio inventando frases y neologismos.
–Ahora viene la presentación oficial del CD-DVD en Buenos Aires, ¿pero les gustaría viajar por el interior?
G.: –La realidad es que no podemos tocar en todo el país, solo en cuatro o cinco ciudades grandes. Estamos limitados a eso y, además, el productor que quiera llevarnos tiene que pensar que somos muchos. No somos nosotros dos, sino también nuestros músicos. Live from Rulemánia es un espectáculo monstruoso. Somos un colectivo lleno de gente, más de veinte personas en el escenario. Por eso se hace muy difícil hacerlo más seguido. Y esto les pasa a todos los artistas, porque es una elite, unos pocos, los músicos que cobran por tocar. ¡Y hasta a veces los que cobran son los bolicheros y nosotros no!
W. C.: –Sin dudas. Primero fueron los milicos, después la cana y ahora los bolicheros.