Todo en tres minutos
Ramiro García Morete es la cabeza visible de Miró y su Fabulosa Orquesta de Juguete, una banda con el corazón puesto en La Plata. Allí, en su patria chica, Ramiro estableció contacto e hizo amistad con el indie barrial de la ciudad (Poli de Sr. Tomate y la movida del sello independiente Laptra). “En La Plata siempre toco con amigos y en lugares que tienen un montón de limitaciones sonoras, pero tienen otras ventajas. Hay espacios donde se sabe que no vas a sonar como en Niceto, pero que tenés otros beneficios. Por supuesto que lo mejor es tocar con un buen sonido, pero también que te traten bien, que no tengas que hacer un montón de concesiones para poder tocar”, dice el cantante.
Los caminos, el primer disco de la banda, editado este año, rezuma un espíritu penetrante de baja fidelidad (o low-fi). Es un manojo de canciones artesanales, sentidas, desesperadas (“todos viven resistiendo hasta que un día nos toca estallar”, canta en “Muchachos”) y dedicadas a los amigos del barrio. Algunas de las composiciones hacen referencia a letras de Bob Dylan, y la estética y la concepción del álbum se asimila a lo que hizo Andrés Calamaro cuando se encerró a grabar El Salmón. “Le presto mucha atención a lo clásico y a las bandas que tocan conmigo todos los fines de semana. Eso me influye mucho a la hora de componer. También soy un ladrón de Wilco y de Elliot Smith”, se ríe García Morete. El es quien pronuncia una de las frases que despiertan la aceptación inmediata de los músicos que participan de la entrevista: “La canción es el punto intermedio entre la melodía y la letra, y que expresa una emoción determinada. Está bien, es una definición enciclopédica, pero me parece que es eso. El mejor poema del mundo no necesariamente va a ser una buena canción. La canción es un lugar donde se cruzan miles de expresiones, es un arte particular, un lugar donde se pueden mezclar el arte y la literatura, y en sólo tres minutos”.
Canciones violentas
La historia de Superlasciva podría contarse así: Manuel Farizano y Roberto Decotto llegan de Goya, Corrientes, para estudiar Abogacía e Ingeniería, respectivamente, en la Universidad de Buenos Aires. Desde el norte arriban más amigos, todos músicos. Se conforma la banda. Eligen varios nombres pero no es hasta unos días antes de entrar a grabar que se deciden por Superlasciva. Farizano conoce a Manuel Moretti en un recital y se hacen amigos. El cantante de Estelares los ayuda a encontrar productor y les abre algunas puertas. “Nosotros buscamos, con la sonoridad de otros instrumentos, realzar lo que está dicho con una guitarra”, sintetiza Farizano, guitarrista y compositor de la banda correntina. Y completa: “La canción tiene la particularidad de que la podés tocar con una guitarra sola y se la banca. Cuando está recién compuesta, lo que emociona es cuando la tocás y la cantás por primera vez”.
Después de Encendida (2004), su debut discográfico, llegaron Ascensor (‘06) y Seducciones violentas (’09), ambos producidos por Mariano Manza Esaín y en los que participa como invitado Manuel Moretti, ese amigo de la primera época. Farizano explica cómo es su proceso de composición: “Las letras son inconscientes. Por ahí escribís algo en lo que no sabés bien qué estás describiendo, y después te das cuenta de qué es lo que dijiste cuando escuchás la canción completa”. La música que escucharon y la que reconocen como influencia es infinita, dicen los Superlasciva. Pero no toda proviene del mundo del rock. “Un tipo que me influyó mucho fue Silvio Rodríguez. En una época lo escuchaba solamente a él. Una vez lo vi en la Plaza de Mayo. Lo que me impresionó fue verlo solo con una guitarra frente a 70 mil personas y que consiguiera emocionar a todos. Eso lo logró con un sonido propio. Hay muchas bandas en el under que tienen un sonido que está buenísimo, pero los agarra un productor y los hace sonar como el resto. Y ya no sabés quién es quién. Hay que zafar de los productores que estandarizan el sonido de una banda”, dice Farizano. ¿Y qué es la canción para Superlasciva? “Un momento mágico. Tal vez estás dando vueltas horas y horas para terminar de componer y ocurre algo que es revelador. Mucha gente entiende lo que yo escribo de otra manera, le da un sentido propio, y eso me pone muy contento.”
Un lugar en el mundo
Editado en febrero, El lugar que nos espera para ir es el segundo álbum de Fede Kempff y Tarantinos. Allí es escuchan “doce momentos intensos, distintos y parecidos, frágiles y poderosos; imágenes, historias que se cruzan y se distancian: canciones, al fin y al cabo, lo único que queda, siempre”, coincide la banda a la hora de explicar lo que suena. Federico Kempff, líder, cantante, guitarrista y compositor de los Tarantinos, es un viejo conocido de La Plata (había hecho carrera en los ’90 con Siempre Lucrecia, grupo que se separó a comienzos de la década pasada). Reconoce que la influencia de Virus y de la prosapia platense está marcada profundamente en su ADN; sin embargo, es fanático de la obra de Tom Petty (“El último disco es genial”). Además, dos históricos de la ciudad (Moretti, de Estelares, y Facundo Soto, de Guasones), son los invitados en el disco para dos temazos: “Ella sabe todo” y “Bailarina”, respectivamente.
“En mi caso, ante todo, busco componer con un sonido folk o rock, pero siempre con una búsqueda que tenga el formato estrofa-estribillo-puente-estribillo”, afirma Kempff. “La canción es la forma que tengo de comunicarme con el exterior y expresar sentimientos, porque todas ellas nacen con una guitarra acústica y un domingo a la tarde. Una buena idea sobrevive a cualquier formato.” Si bien es un proyecto solista, Kempff tiene detrás de sí una banda consistente. Claudio Cataniese, baterista, se prende en la charla: “La canción de rock siempre sucede, no creo que se piense hacer un tipo determinado de música. Algunas bandas trabajan poniendo capas de sonido y lo hacen buscando otra cosa, que es respetable, pero el nuestro es otro lenguaje. Nosotros, por ejemplo, trabajamos más con los silencios que con otras cosas”, subraya.
Lo primero es la familia
Los Pérez García nacieron en Aldo Bonzi, bien al oeste, y llevan más de quince años de carrera. Este es un año de buenas noticias para la banda: llenaron Niceto y el 3 de diciembre se presentarán en La Trastienda. De todas las convocadas, son la banda con más años y más recitales. Y como las demás, se hicieron fuertes en la década pasada a fuerza de tocar y tocar. Cuando ellos mismos hablan del grupo, todavía se refieren a “la familia”. En el conurbano bonaerense fue donde empezaron a escribir canciones, por eso su impronta tiene que ver con lo barrial. A diferencia de Los Tipitos, tienen un perfil bajo y una paleta sonora mucho más amplia: se inmiscuyen en el terreno rioplatense y en el reggae. Federico Esquivel, guitarrista, tímido y de pocas –aunque contundentes– palabras, responde si hubo un sonido preponderante en este siglo que permitió el ascenso de Los Pérez García: “No creo, me parece que el sonido se estandarizó más por cómo vino la historia de la música. En los ’80 y en los ’90 pasaba algo extraño: empezaba un tema y no sabías de quién era. Y ahora también ocurre lo mismo”, concede.
Si bien Buenas noches, el primer disco, es del ’97, Los Pérez García explotaron en la década pasada: “Fueron unos años de mucho laburo. Hoy vemos los frutos y nos damos cuenta de que tenemos que seguir igual. No ganamos nada, pero hay que seguir para adelante”, dice Esquivel. “Para estar todo el tiempo entre cables, hay que laburar de esto. Yo soy un convencido de la música. Para mí, tocar en los Pérez García es un trabajo, y además tengo otros trabajos más. Para vivir de esto hay que ponerle mucha pasión y dedicación. Estoy cerca de cumplir los 30 y a los 20 años le ponía la misma pasión que ahora”, se enorgullece. Lo de los Pérez García es rock de guitarras, pero también una dulce combinación con otros sonidos. Asuntos de familia, editado en agosto del año pasado, es un ejemplo de ello.
Baladas rebeldes
“La canción sale de cosas que querés decir. De cosas que pasaron y que tal vez no. A veces tardás diez años en escribir una, tratando de decir algo a lo que no le encontrás la vuelta. Pero siempre uno se da cuenta cuando está diciendo algo interesante. Pero también está en cada uno de nosotros saber qué decir y qué no. La canción se trata de ser honesto con uno mismo.” Esto lo dice Nicolás Miguelez, líder de El Círculo de Confianza, la banda que lo acompaña adonde toque. Y es cierto lo que expresa, porque los discos del grupo –Volumen 1 (’07) y Baladas rebeldes (’09)– suenan verdaderos y honestos. Miguelez compuso aquellas baladas en el cisma de una relación. De allí salieron música y poesía a borbotones “con la mordacidad y el realismo de la primera persona”, según se lee en el texto que aparece en su Myspace. Y en el debut contaron con la participación del español Nacho Vegas en la canción “Ay”.
Miguelez llegó a la entrevista acompañado de Diego Pérez Arango, baterista, y Sergio Ieracitano, guitarrista, integrantes de El Círculo de Confianza. Arango, que en la década pasada descollaba en Voltura, comenta: “Me parece que los que estamos acá tratamos de resignificar lo viejo. Sería demasiado pretencioso decir que estamos haciendo algo nuevo”. Miguelez acompaña subrayando: “Creo que no aportamos algo nuevo. Lo mejor que podemos hacer es mostrar un universo, lo que nos pasa, y de una forma más o menos genuina. El poder que tiene una palabra cantada es muy importante. Hay muchas cosas que puedo decir en las canciones y que no puedo decir de otra manera”. El cantante entrega una descripción sobre su método compositivo: “Se compone pensando más en la métrica que en el sentido. Después se negocia con el sentido, pero una vez que tenés la métrica y el formato, ya está. Son dos procesos, uno emocional y otro intelectual. El emocional, tenés que atraparlo y guardarlo, y el intelectual toma tiempo. La canción tiene cierto grado de verdad. Eso que dice está pasando en algún lugar. Después hay canciones frías, épicas o emocionales, pero todas reflejan algo que está pasando en un lugar determinado”.
Para salir y pasear
Los músicos de Klemm dicen que en su universo “no hay postura sino rotura, hay distorsión”. “Como parte de una renovación de artistas que ejecutan el formato canción a la perfección, con romanticismo y modernidad le componen al amor cruzando pop con gestos rockeros de los ’90. Así nomás, Klemm”, escriben en su Myspace. Sin vueltas, la banda tucumana explica cómo viene la mano. Su primer disco es un paneo por un paisaje de ensueños. Salir... pasear, publicado en 2009, fue uno de los secretos mejor guardados del under. En esa grabación participaron Juliana Gattas, de Miranda!, y Rudie Martínez, de Adicta. Federico Carlorosi, guitarrista y uno de los cantantes de Klemm, resume el espíritu del grupo con estas palabras: “Lo que nos da el formato canción es naturalidad, espontaneidad y una libertad que nos permite ir para otros lugares. Nos influyen bandas viejas como The Carpenters, algunas de los ’90 como Pixies o Peligrosos Gorriones, pero también Tanguito, Miguel Abuelo y Moris”.
El grupo se completa con Eduardo Ferrer (guitarrista, cantante), Ariel Fligman (bajista) y Quique Illid (baterista). Ellos, además de salir al ruedo bajo el nombre de Klemm, también se dividen los tiempos con Los Labios, un grupo de cumbia rock que lidera Lulú Jankilevich y que también los tiene con la agenda de recitales completamente ocupada. Federico Carlorosi planta bandera y describe por qué hace la música que hace con Klemm: “Lo que hacemos no es para ser conocidos, sino reconocidos en algún momento. Prefiero ser reconocido dentro de veinte años que conocido ahora y nada más. No pretendo ser vanguardia, sino que se reconozca el trabajo que hicimos con la banda. Porque hoy para llegar a algo tenés que transar con un montón de cosas”. Además de Salir... pasear, los Klemm ostentan en su discografía un disco virtual llamado Desquiciado ladrón, que se descarga gratuitamente desde http://www.mamushkadogs.com.ar/. Contiene siete boleros que van desde Sandro a Los Pasteles Verdes. Sólo queda disfrutar.
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