miércoles, 17 de noviembre de 2010

Himnos generacionales

Nota publicada hoy en la sección Cultura & Espectáculos del diario Página/12

9-BELLE & SEBASTIAN
Músicos: Stuart Murdoch (voz, guitarras, piano), Steve Jackson (voz, guitarras), Sarah Martin (coros, flauta, teclados, violín), Chris Geddes (teclados), Mick Cooke (bajo), Bobby Kildea (guitarras) y Richard Colburn (batería).
Lugar: Luna Park, lunes 15 de noviembre
Duración: 1 hora 45 minutos
Público: 6500 personas

Los pibes que habían sacado la entrada más barata no lo podían creer. Stuart Murdoch, cantante de Belle & Sebastian, estaba ahí nomás, cantando a voz en cuello y tratando de abrazar a todos. Los patovicas, que ya habían pegado unas cuantas trompadas, no sabían qué hacer. Se miraban el uno al otro sin reaccionar, salvo por algunos empujones para disolver cualquier amontonamiento. Y mientras el público de las plateas se abalanzaba para poder tocar a su ídolo, él encaró para el sector de la tribuna general y subió decenas de escalones en unos pocos segundos. Allí giró sobre su eje e iluminado por el haz de luz, dominó el estadio Luna Park desde la popular que da a la calle Bouchard, rodeado de fanáticos que pugnaban por tocarlo. Era difícil imaginar que Murdoch entraría en ese trance musical promediando el perfecto recital que brindó su banda. Sin embargo, el éxtasis y la emoción que emanaba del grupo escocés (también gracias al calor de la gente) por estar tocando por primera vez en la Argentina se hacía cuerpo en cada sonrisa, movimiento y declaración que bajaban desde el escenario. Entonces sí, el septeto se despachó con un repertorio tremendo y encantador que emocionó a las más de seis mil personas que llenaron el Luna.

La buena onda se notaba a simple vista. En las primeras canciones (“I Didn’t See It Coming”, “I’m a Cuckoo” y “Step into my Office, Baby”) se notó que el grupo estaba tratando de adaptarse, de sentirse cómodo en un ambiente nuevo. “Todavía no nos conocemos”, dijo. Y en esas mismas coordenadas, la entrega escénica (principalmente la de Murdoch) estableció un contacto amistoso y casi familiar con el público. Esa actitud posibilitó, casi sobre el final del show, que el cantante confesara estar impactado por la Argentina y a decir que lo verían tomando un café por Buenos Aires durante los próximos días.

La excusa del recital era presentar Belle & Sebastian Write About Love, el último disco de estudio, publicado este año. Sin embargo, la lista de temas estuvo dedicada en mayor medida a repasar los clásicos que hicieron importante al grupo, aquellas canciones que los pusieron en el centro de la escena británica. Durante los ’90, mientras Oasis y Blur conquistaban el planeta, el trabajo de Belle & Sebastian era el típico de una banda indie: tocar mucho, vender poco y hacerse malasangre. Sin embargo, en el Luna Park, esas canciones se convirtieron en himnos determinantes y generacionales.

Primero, Murdoch hizo que una chica de la primera fila le pusiera rimmel en medio de un tema; más tarde la hizo cantar con él. Luego, durante “Dirty Dream Number Two” y “The Boy with the Arab Strap”, el cantante invitó a cinco jóvenes del público a que subieran al escenario a bailar. Alegres y emocionados, abrazaron a Murdoch por la cintura. Cuando finalizaron las canciones, después de recibir del cantante sendas medallas como “reconocimiento”, se perdieron por un costado. No fue un acto demagógico, pero parece una constante en el accionar del músico indie: todos somos iguales, arriba o abajo del escenario. De esa comunión con el público también se sostiene el show que B&S lleva por todo el mundo: antes de la edición de su último disco, el grupo había llamado a sus seguidores de todo el mundo que enviaran fotografías propias con la inscripción “Belle & Sebastián Write About Love”. La chica del rimmel había mandado su foto: Murdoch dijo que la reconocía.

La diferente variedad de instrumentos que utilizaron en el show (teclados, violines, cello y flauta, entre otros) y el cuarteto de cuerdas que acompañó durante todo el recital, inundó todo de una melodiosa sonoridad. Y aunque un teatro hubiera sido mejor ámbito (¡el Luna Park y sus problemas de acústica!), la inmensidad logró empequeñecerse en los raptos cancioneros del grupo, cuando Steve Jackson tomaba la guitarra electroacústica o Stuart Murdoch se sentaba frente al piano. Fue entonces cuando los B&S armaron los momentos más sensibles y épicos de un fogón inmenso. Del álbum If You’re Feeling Sinister, editado en 1996, la banda reprodujo fielmente “Judy and the Dream of Horses” y “Get Me Away from Here, I’m Dying” de manera ajustadísima y sin baches. Y del más reciente sólo asomaó (además de “I Didn’t See It Coming”, que abrió el recital) “I’m not Living in the Real World”.

Con “The Fox in the Snow” y “(I Believe In) Travellin’ Light” atrás –y después de patear hacia la platea pelotas de fútbol de plástico, debidamente autografiadas–, el antihéroe Murdoch (en la calle, nadie imaginaría que comanda un grupo que ya lleva más de quince años en la ruta) lideró la arremetida final del recital con “If You Find Yourself Caught in Love”, “Simple Things” y “Sleep the Clock Around”, ya con la banda entregando lo últimos suspiros. La retirada final, entre abrazos, fue emotiva: el público de pie, caliente, esperó por un poco más. Pero los músicos no volvieron y la memoria debió hacer el resto del trabajo.

Crédito fotográfico: Carolina Camps

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