“Así te pongas la careta de Jimi Hendrix o de cualquier otro músico, si lo que hacés no empuja para adelante, no va a ningún lado”. Palabras más, palabras menos, la frase que pronuncia Rubén Álvarez, cantante y guitarrista de Los Cayos, sirve para delinear de qué se trata la música de este trío de Campana que completan su hermano Rubén, en el bajo, y el baterista Esteban Longobardi.
La historia de Los Cayos se empezó a escribir hace más de 15 años, cuando el grupo hacía sus primeras armas en bares y “cavernas” de Campana y todavía era un cuarteto. Sin embargo, no fue hasta principios de la década pasada cuando Boom Boom Kid, ex líder de Fun People, les presentó a Marcelo Belén (por aquel entonces baterista de Los Visitantes), y fue el encargado de producir Inútil, el debut discográfico de Los Cayos. En ese momento, con un disco y con ganas de mostrarse al mundo, organizaron una gira por la costa y pasearon por Necochea sobre una casa rodante destartalada, y todo terminó mal: no tocaron para nadie y su guitarrista huyó despavorido. “No volvió más”, dicen. Eran los primeros pasos de un cuarteto ignoto de Campana. El guitarrista, después de esa gira mágica y misteriosa, prefirió “laburar de otra cosa”. Y entonces, sí, Los Cayos se convirtió en un trío.
Ellos, que son músicos pisando los cuarenta años, escucharon pasar demasiado rock nacional por sus oídos. De ahí que reconocen las influencias de Don Cornelio y La Zona y Sumo (pero también con los oídos puestos en la bosanova y el jazz). Con seis discos de estudio, varios EP de factura totalmente independiente, una infraestructura autogestionada y decenas de canciones que entregan con una lírica de fantasía y de humor ácido (“De una u otra forma, nuestros temas dicen algo. El género canción tiene la particularidad de que quiere decir cosas, y a veces tratamos de hacerlo con humor”, dice su cantante) Los Cayos se transformaron en uno de los secretos mejor guardados del under.
-Durante los últimos dos años, editaron un compilado de reversiones y Afuera, un EP, ¿cuáles son hoy los objetivos principales de la banda?
-Rubén Álvarez: El primero es plasmar en el estudio el sonido que tenemos en vivo. Pero se hace difícil cuando las producciones son muy independientes y todo es costeado por nosotros. Sonar bien, a veces significa tener plata. Además se nos fueron dando muchas cosas de a poco y no paramos. Desde que empezamos, siempre tocamos y el grupo se va renovando. Por ejemplo, nos propusimos invertir mucha más plata en los discos. Nos vemos desprolijos en algún punto; por ejemplo, en cómo nos movemos como banda: a veces tocamos en lugares raros, cavernas, pero eso es parte de las posibilidades que da la música. Y de eso aprendemos. Nos aprovechamos del rock (risas).
José Alvarez: En la música tiene que haber un disfrute, sino tenés que dejar lo que estás haciendo. Es como si estuvieras jugando al fútbol y no tenés ganas de jugar. Para eso pedí el cambio. En las bandas tiene que haber una sorpresa. Por eso nosotros nos comprometemos con la canción y con lo que hacemos.
-A Nadar es uno de sus mejores discos y lo grabaron en 2001, un año bastante complicado.
R.A.: Fue duro, porque en esa época se fue el guitarrista. Lo grabamos antes del gran quilombo. Fue nuestro segundo disco y queríamos hacer las cosas bien, porque con el primero nos habíamos dado la cabeza contra la pared. Queríamos hacer el Álbum Blanco, ¿entendés? Pasó lo de la gira en la costa y todo quedó tambaleando. Creo que ahora hay una pequeña madurez en el grupo. Yo en esa época fui padre, y empecé a escribir inconscientemente sobre lo que pasaba. Hay muchas letras irónicas en Los Cayos. Si te gusta navegar en esas aguas, tenés que navegar.
J.A.: A veces cansa estar siempre con la misma canción. Pasan unos años y siempre vuelvo a escuchar algunas de nuestras canciones, y la verdad que no me arrepiento de eso.
-Después del compilado que se publicó hace menos de un año, ¿Afuera no es el comienzo de otra etapa en el grupo?
R.A.: Afuera llega porque ya nos habíamos cansado de escuchar canciones viejas. Habíamos hecho el recopilatorio y queríamos volver a hacer nuevos temas. Nos metimos en un estudio. Y los discos son como nuevas etapas. Afuera nos dio la posibilidad de tomar fuerza para armar una nueva etapa y darle para adelante. Hay una frescura nueva y eso es muy importante. Lo que pasa que a veces en el disco no está representado lo que uno puede dar en el vivo.
J. A.: Las canciones de Afuera surgieron también porque veníamos componiendo mucho, sin parar. Teníamos un par de canciones y ya las publicábamos. Nos dijimos: grabemos en un estudio como la gente. Este disco tiene que ver con una nueva etapa de Los Cayos, donde queremos sonar como lo hacemos en vivo, buscar un sonido más humano, que conmueva una canción así como esta grabada. Por ejemplo, escuchás a Gardel en una AM y con mal sonido y te parte la cabeza.
-En el periodismo de rock se acostumbra a hablar de escenas. ¿Los Cayos en cuál estarían ubicados?
R.A.: Allá en el norte hay muchos grupos, pero no hay promoción. Hay muchas bandas y pocos lugares. Pero sí recitales todos los fines de semana en lo que es Campana y Escobar. Esa escena no la conoce nadie y ni la va a conocer nadie. Ojalá podamos generar alguna movida importante, como lo es la de La Plata, por ejemplo. El público que nos va a ver está creciendo mucho, y queremos que eso nos pase en Capital, donde es mucho más difícil llegar. Nosotros no queremos plata, queremos tocar. Si quieren, que bajen nuestra música por Internet o por donde sea. Nosotros tenemos un espíritu joven, ensayamos como si todavía fuéramos pibes de 20 años.
J.A.: Ahora estamos teniendo más aceptación. Acá en Capital se hace bravo, hay mucho negocio. Los dueños de los boliches te cansan. A nosotros nos cansó el trato. Te hacen rendir un número de entrada u horarios estipulados. Pero hay excepciones, como el Festipulenta. La historia de la banda es así, a los ponchazos, pero vemos que seguimos con las mismas pilas para ensayar. Pero si queremos navegar por esas aguas, tenemos que navegar.
R.A.: Estamos como un matrimonio bien asentado (risas). Yo siento que no tenemos presiones. Todavía hay frescura: por ejemplo escribo una letra en una servilleta y enseguida nos ponemos a tocar con eso. Pero reconozco que somos desprolijos, y hay cosas que no nos gustan, como el nombre del grupo. ¿Los Cayos? ¡No, por favor! (risas).
Crédito fotográfico: Archivo Los Cayos