Manolo García fue el cantante de El Último de la Fila,
quizá el grupo de rock más importante que haya dado la música de España. Muchos
coinciden en catalogar su disco “Enemigos de lo ajeno” como el gran álbum del
rock de allá. El cantante había llegado a Buenos Aires en el 2011 para ofrecer un
recital en La Trastienda, pero luego de algunas idas y vueltas, los productores
decidieron cancelar definitivamente el evento. Él ya había tocado en la
Argentina en el teatro ND Ateneo, en 2007. En un principio, la
entrevista iba a ser publicada en el diario Página 12, pero ante aquella
cancelación, tuve que guardar la grabación. Hoy la encontré.
-¿Le gusta tocar en Buenos Aires?
Manolo García: -Sí, por supuesto. Yo aquí en Buenos Aires
no encuentro nada extraño, me siento uno más de aquí. Me siento parte de la
familia, de la ciudad. Allá en Barcelona hay una cantidad grande de
rioplatenses y conozco muchos argentinos que viven allá. Y la arquitectura de
los edificios de la ciudad es similar a la de algunas ciudades de España. Y eso
me aporta familiaridad. Además acá hay un público muy rockero, muy amplio.
Argentina es un país completamente rockero. A mí me da la posibilidad de
sentirme a gusto aquí.
-Entonces, ¿cuáles fueron los grupos de rock argentinos a
los que tuvo acceso en España?
-Allá lo que llegó fue Soda Stereo, Fito Páez, Fabulosos Cadillacs,
Charly García. Eso fue lo que escuché. No me quiero olvidar de Andrés Calamaro.
Él tiene doble nacionalidad. A Calamaro le tengo mucho respeto.
-En una entrevista con un medio español, usted había
dicho que formaba parte de una generación influenciada por el rock and roll de
Creedence, pero también por el tango argentino. ¿Lo influenció el tango?
-Engañaría si dijese que el tango me ha influido; pero sí
reconozco que hay una parte del tango que me ha enamorado y que es la letra, la
poesía. Me sucede lo mismo con la ranchera mexicana, donde las letras son
vehementes. Tienen un fondo filosófico. Eso es lo que me gusta del tango. La
música, en cambio, se aleja mucho de lo que yo hago, de mi inercia musical. Ahí
ya elijo a Led Zeppelín, Creedence, Jimi Hendrix. El tango me queda lejos, pero
lo escucho atento y con placer. Sus textos me parecen maravillosos.
-Usted es un artista con varias facetas: es pintor, músico,
escritor. ¿Cómo conviven esas facetas artísticas a la hora de hacer una canción?
-Creo que se alimentan las unas con las otras. Son vasos
comunicantes y una disciplina le aporta algo a la otra. He llegado a pensar que
sin una de esas disciplinas, las otras no podrían existir. Porque en el fondo,
se necesitan. El músico
necesita comunicar algo y alejarse de la soledad de uno mismo. Muchas mañanas
me pongo a pintar y luego de tres o cuatro horas de trabajo, necesito ponerme a
componer una canción, tocar algo. La música es una terapia que te ayuda. Yo no
sólo hago terapia con mi música solamente, sino también cuando compro discos o
escucho las canciones de otro artista que me gusta.
-¿Podría recordar el episodio que tuvo con la versión española de Operación Triunfo?
-Fue hace unos cuatro o cinco años. Mandé una carta a la
producción, porque no estaba muy de acuerdo con la política del programa. Se emitía
en la cadena nacional, un canal que pagamos todos con nuestros impuestos. Se decía
que había corrupción en el concurso, etcétera. No hubiera tenido reparos si el
programa lo hubiese hecho una productora privada, porque estaban haciendo su
negocio. Me merecían todo el respeto los chicos y las chicas que participaban,
pero esos programas parecen terribles y de una bajeza moral a la que podemos
estar llegando en nuestra sociedad. Y no solo se da en España, en muchos países
está sucediendo. Forma parte de un progreso mal entendido. Pero cuando ya
aparecen familiares peleándose, el escarnio en público, el chiste para con un
chico que recién comienza en la música, eso es dantesco. Está claro que eso es
un circo, que lo que cuentan no es cierto, es un invento para llenarse los bolsillos
de plata. Ante eso, cambio de canal.
-¿Solamente la indignación lo impulsó a escribir esa carta?
-No, no. Yo siempre he defendido la idea de que lo más importante
de mi propuesta es mi música, no soy yo. Este es un oficio que me encanta, que
desarrollo con toda mi pasión. Nadie me obligó a estar en él. Al contrario,
luché para estar en él. Y ahora que estoy instalado, lo disfruto. Lo que yo
aporto es mi música, no mi persona. Yo estoy aparte. Mi vida privada o personal
no tiene interés. No tiene nada excepcional. El negocio musical yo lo entiendo
así: hay dos carpinteros, uno hace una silla mejor, más cómoda; el otro, en
cambio, la hace, pero tal vez un poco peor. Sin embargo, ellos son seres
humanos y hacen lo mejor que pueden. Las sillas son sillas. Hay una
singularidad en un pintor, en un arquitecto, en un cineasta o en un conductor
de autobús o un carpintero. Si hay algo interesante en mi, llegará con mi música,
mis pinturas o mis escritos. Lo demás no es excepcional. Si pudiera ser
Superman, realizar actos espectaculares, lanzarme desde el piso 27 y volar,
claro, sí, serían espectaculares mis hazañas personales. Pero sólo hago música,
escribo y pinto.
-No deja que nadie se meta en la producción de su música.
-Dentro del circuito comercial, en España soy un músico atípico
por mi propuesta. Yo nunca acepto sponsors ni marcas comerciales. Intento tener
una integridad y un orgullo de músico, una idea exacta de que lo más
importante es la música. Empecé con con una etapa más rockera, furibunda, punk.
Mi música ha ido cambiando, pero siempre con la misma idea: de tendencia
rockera, de no plegamre al dictado de ningún ministerio de cultura ni de nadie
que te pida algo a cambio. Yo no pido nada a nadie, yo hago mi camino solo. Eso
es lo que pretendo. Tengo mis normas, mi pequeña ética y filosofía de bolsillo
y la pongo en práctica día a día. Y me funciona, me deja tranquilo sabiendo que
el sueño será mejor o peor, pero será propio.
-¿Qué fue lo que no le dio El Último de la Fila y sí su
etapa como solista?
-Yo siempre pienso que cada cosa tiene su tiempo. La mayoría
de los grupos, cuando se arman, son cinco, cuatro o seis. Ahí los chicos tienen
19, 20 años. Cuando tienen 28, ya quedan tres en la banda; cuando tienen 35 ó
40 cada uno queda por su lado. Sólo los Rolling Stones, que es una empresa tan
poderosa que les permite juntarse algunas veces para hacer una gira mundial y
seguir con sus vidas, continúan en pie. Hay otros grupos, claro, pero son
pocos. A mí no me va el negocio. Yo jamás pensé que iba a vivir de la música.
Yo estudié diseño grafico, bellas artes, trabajé en diferentes oficios; pero no
dejaba de tocar nunca. Tocaba siempre, desde joven. Es una válvula de escape.
Amar lo que haces es una garantía de felicidad. Esa es la idea que ha pervivido
en mí: seguir en la música de la manera más pura posible y alejado del negocio.
-En la biografía que aparece en tu página de Internet,
dice que usted es el músico que mejor representa a la música española.
(Risas) -No, no lo creo. Además, eso no lo escribí yo. Lo
que sé es que soy un francotirador. Es decir, hago mi camino y procuro dejar
una obra personal, profunda y muy sincera. Si soy el que mejor representa a la
música española o no, no lo sé. Ni tampoco soy quien para decirlo. Hay
muchísimos artistas en España que pueden representar ese papel: Sabina, Serrat,
por nombrar a ellos dos. Yo soy un músico de allá, pero abierto a nuevos aires,
y siempre con ganas de renovación y de sorpresa. Pero no para los demás, sino
por mí mismo, para sorprenderme.
-¿Qué es lo que le sigue interesando del rock?
-Me interesa impregnar mis canciones de aromas
diferentes. No soy un rockero apegado a la guitarra eléctrica. Por supuesto, la
guitarra eléctrica es el eje central de mis canciones. En esa cultura en la que
nací, de Led Zeppelin, de Janis Joplin, hablamos de rock and roll puro. Esa es
la espina dorsal de lo que yo hago; pero luego matizo, me gusta mezclar. Estuve
en Grecia y en un viaje anterior en Salvador de Bahía, en Brasil, y lo que
subyace ahí es el alma de la canción. La canción que tiene alma, aún si la
vistes con otros ropajes, va a salir siempre. Todavía tengo ganas de vivir viajes
físicos y viajes interiores. La curiosidad, eso es lo que no he perdido desde
que estoy en la música.
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