domingo, 29 de julio de 2012

“Acá no hay una competencia, sino un gran aprendizaje”

Nota publicada hoy en la sección Cultura & Espectáculos del diario Página/12

Hay una sentencia recurrente en el periodismo cultural que dice más o menos así: la ciudad de La Plata es una factoría incansable de buenos grupos de rock. Los últimos años de producción musical en el radio platense son un dato que confirma ese pronunciamiento, pero también el movimiento cultural inquebrantable: Laptra, Uf Caruf, Cala Discos, Concepto Cero, Mandarinas Records y El Movimiento del Ruido son algunos de los notables sellos discográficos que nacieron durante los últimos siete años en la ciudad.

“Es que La Plata es una gran banda de rock”, se enorgullece Lautaro Barceló, guitarrista de Orquesta de Perros, a propósito de los modos de producción platense. El, Ramiro García Morete (cantante de Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete) y Pedro Bedascarrasbure (integrante de Primer Hombre Internacional) son los que se encargan de explicar de qué se trata Uf Caruf, el sello revelación de la ciudad de las diagonales que ya ha engrosado su catálogo con decenas de lanzamientos virtuales a través de su página de Internet (www.ufcaruf.com.ar) y dado a conocer a muchas de las mejores bandas y solistas de la nueva escena independiente del Gran Buenos Aires.

Ante los tiempos que corren, el cambiante uso de las nuevas tecnologías y la manera de consumir música, los creadores de Uf Caruf decidieron subir a la web su producción, pero también fabricarla materialmente. En lo que va de su vida, del sello nacieron las canciones de Laura Citarella, Juan Artero, Pablo Matías Vidal, Campamento, Sabáticos, Rivero y El Mico, Jimmy Jimmy Cesc Fábregas Band y, durante 2012, se publicaron Roles y oficios, el disco revelación de Orquesta de Perros; El olor de la sangre, una quijotesca obra solista de Ramiro García Morete, alias Míster, y los nuevos y entusiastas proyectos de Primer Hombre Internacional, Gonzalo Carovillano y Adrián Juárez.


Algunos de los miembros de Uf Caruf
–Desde mediados de la década pasada, en La Plata surgieron varios sellos independientes. Laptra y Cala Discos son algunos ejemplos. ¿Qué relación tienen con ellos?

Ramiro García Morete: –Tenemos la mejor. Nuestra premisa, siempre que armamos una fecha nuestra, es que la cierre una banda que no sea de Uf Caruf. Porque tampoco es que plantamos una bandera y decimos “éstos son los nuestros”. Somos amigos con todos. Estamos nucleados acá por una cuestión de cercanía, pero estamos todos juntos. Tocamos más con 107 Faunos, que son de Laptra, que con Primer Hombre Internacional, que son de Uf Caruf. No hay un patrón estilístico que rija al sello. No sólo pasa dentro de Uf Caruf, sino también en La Plata. Lo mejor que tiene la ciudad es que la mayoría de las bandas posee una voz propia y eso hace que no veas al otro como una competencia, sino como un aprendizaje. Celebrás los puntos en común y las diferencias porque no hay una tensión en eso, hay una filosofía en común.

Pedro Bedascarrasbure: –Eso no quita que, en una primera instancia y por una cuestión identitaria, haya una búsqueda con respecto a las canciones que definen la identidad de Uf Caruf. Hay una búsqueda en la pluma y somos curiosos con las canciones de los compañeros del sello. Pasa que acá hay una búsqueda común, una búsqueda estética que me parece interesantísima. Cada uno por su lado, escribiendo totalmente distinto, con las letras estamos diciendo una verdad nuestra.

R. G. M.: –Claro, lo que tiene distintivo el sello es que por ahí en un recital se corta la luz y esas mismas canciones las podemos tocar igual y tienen el mismo peso. Musicalmente, tenemos una búsqueda tan intensa como otras bandas, pero no corremos detrás del sonido. Nos interesa el sonido pero no buscamos sonar igual a otros. La búsqueda nuestra viene de bien lejos.

–¿Es la búsqueda de la canción perfecta?

P. B.: –Quizás sea la búsqueda de verdad. Yo vengo pensando que cuando subís al escenario, tenés que decir algo, estás transmitiendo una verdad tuya. Cuando empezamos con Primer Hombre Internacional la premisa era: si la canción pide tocarla con miles de instrumentos, se hará. Hay que respetar la canción.

Lautaro Barceló: –Hay un culto a la canción; la ponemos allá arriba como si fuera una princesa y todos vamos a trabajar para que ella se exprese en todo su esplendor.

R. G. M.: –Sí, lo de la verdad está presente, pero decir una verdad no sólo se dice a través de las letras, también se dice desde la música. Referido a los textos, hay un cuidado en las letras en todos los que estamos en Uf Caruf. Y hay un dominio mediano del lenguaje que se nota. Eso se da del mismo modo en que concebimos las canciones y su divulgación. Es decir, el proceso creativo es igual al proceso de difusión. No estamos pendientes de una estética particular. El movimiento son las canciones; ellas se mueven solas.

–En Uf Caruf hay un entrecruzamiento permanente de músicos. Todos colaboran en distintos proyectos del sello. Por ejemplo, Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete comparte integrantes con Campamento, Orquesta de Perros, Míster y Sabáticos, entre otros. En definitiva, el sello podría ser una única y gran banda de rock con decenas de músicos, discos y propuestas...

R. G. M.: –Sí, es como un sello endogámico. Hay miles de cruces que se dan de un modo natural. Están repartidos lo colectivo y lo individual de la mejor manera. Hay un espíritu colectivo, en el sentido de que si se lanza un disco, salimos a defenderlo todos. Yo aprendí un montón de ellos, pero a su vez siempre estamos tratando de diferenciarnos el uno del otro, es una competencia sana. Sin embargo, también tenemos una voz narrativa propia. Surge del “¿Qué puedo aportar yo que no puedan aportar ellos?”.

L. B.: –Al principio éramos mucho más cerrados. Nosotros creíamos que éramos los únicos que teníamos este pensamiento cooperativo en la música; pero después empezamos a tocar con gente de Laptra, de Cala Discos y nos dimos cuenta de que La Plata es un gran Uf Caruf. La Plata es una gran banda de rock. Yo toco con músicos de Thes Siniestros y Mostruo!, que son de diferentes sellos de acá. Los pibes de las bandas de Capital, cuando vienen acá, se sorprenden, porque toca una banda y vamos todos a verla. Vamos como espectadores o como músicos. Esa actitud colectiva en La Plata se dio porque estamos muy cerca. Siento que a las bandas de Capital les cuesta hermanarse.

R. G. M.: –A mí no me gusta abogar ni caer en la idea de que La Plata es la panacea del rock, porque en el oeste hay una gran movida y en muchos lugares también. Pero lo que sí tiene a favor nuestra ciudad es que hay una sana arrogancia de que vos no podés hacer rock sin sentir orgullo. A nosotros nos encantaría que nos vaya bien en Capital y en todo el mundo, pero no hay una necesidad; hay un deseo, claro, pero podemos ser felices tocando solamente acá. No estoy haciendo un elogio de la inercia pueblerina de quedarse, pero podemos canalizar las inquietudes artísticas acá porque hay movimiento cultural. Y eso nos enorgullece, genera una identidad de la que hablamos antes.

–¿Se puede hablar de un sonido Uf Caruf?

R. G. M.: –Uno es fatalmente uno. Yo podría querer sonar como Leonard Cohen y nunca voy a poder sonar así. A mí, lo que me gusta de los discos que grabé es que nunca terminaron sonando como yo quería que sonaran. Creo manejar diferentes voces, timbres y armonías. Para hacer una parábola bíblica, voy a poner la voz como Cohen o Bob Dylan, que estudiaron el tema. Pero lo hago inconscientemente, no lo pienso. Si voy a cantar punk pero tengo registro de barítono, nací en La Plata y escuché a Embajada Boliviana, voy a cantar de otra manera. Es la red infinita de sentido. No hay en la vida algo que me represente más que El olor de la sangre, el disco que grabé. Ahí estoy siendo yo con todas esas personas que conviven dentro de mí. Me siento más cerca de Dylan Thomas que de mi viejo. La vanguardia siempre es tradicional. Vos no podés romper con algo que no conocés y eso es lo que te hace clásico. Lo clásico siempre fue vanguardia y tradición. Una cosa es la originalidad y otra la autenticidad. Vos no podés aspirar a la originalidad, pero sí a la autenticidad. Yo no quiero ser original, porque un ser humano simbólico y cultural no puede ser original, pero sí puede ser auténtico. Te nutrís de todos los símbolos y los hacés propios.

L. B.: –Nosotros jugamos a hacer canciones. Trabajamos para tener ese espacio. Somos Concepto Cero, Cala Discos, Laptra, El Movimiento del Ruido, todos trabajando de otra cosa, pero haciendo todo para hacer música y canciones. Nadie viene de afuera a darnos plata para hacer esto.

R. G. M.: –No hacemos música para trabajar, sino que trabajamos para poder hacer música.

sábado, 21 de julio de 2012

"Los fanatismos son anacrónicos"

Foto por Agustín Dusserre
Nota publicada hoy en la sección Cultura & Espectáculos del diario Página/12

“Soy un pelotudo bastante importante”, se dice a sí mismo Willy Crook, luego de una risita cómplice, entre dientes. Lo balbucea vertiginosamente y a hurtadillas, como ocultando la voz para que nadie lo escuche. Crook es un hombre que va demasiado rápido –y un tanto encorvado– en esta ciudad de tránsito lento. Por estos días se encuentra trabajando en The Royal We –la banda que formó en 2009–, con la que se presentará hoy a las 21.30 en Samsung Studio, después de una primera función agotada.

Crook es un artista del lenguaje hablado, un histriónico personaje salido de las entrañas del rock argentino. Página/12 lo encuentra en la puerta de su casa de Balvanera, reparando su camioneta, la misma que utiliza para transportar los equipos e irse de gira por el interior. Debajo del asiento del conductor lleva un cuchillo. “A veces, alguno puede meter la cabeza y hay que estar preparado”, comenta, mientras levanta el capot y maniobra de aquí para allá la caja de herramientas. Su vida se compone de escenas. En una, ya dentro de su casa, y ante la foto de un guitarrista que tiene de fondo de pantalla en una de sus notebooks, dice: “Qué digitación que tiene, ¿no? Qué genio”, para responderse, unos segundos después “soy yo”, y reírse a carcajadas, otra vez. En esa foto sepia, tomada por un fotógrafo profesional durante un recital, aparece con el pelo recogido, la guitarra eléctrica que lo acompaña a todos lados y unos anteojos negros demodé, pero que le quedan perfectos.
 
–Si bien empezó en la música tocando la guitarra y hoy lo sigue haciendo, se lo reconoce más por su trabajo de saxofonista con Los Redondos, Los Abuelos de la Nada, y sus colaboraciones con Sumo o Charly García. ¿Alguna vez se cansó del saxofón?

Willy Crook: –En un momento, sí. Me tenía recontra podrido. A principios de los ’80 éramos pocos: Emilio Villanueva, Pablito Rodríguez, Roberto Pettinato y Daniel Melingo. Ahora ya son muchos. Desde luego, siempre estoy volviendo al saxo, pero el kilometraje te da cierta apatía. Sigo siendo un boludo alegre que se entusiasma con la música. Me sorprendo de lo que sucede conmigo. Porque después de los Funky Torinos, yo quería comprender a Los Redondos, pero era incomprensible ese fenómeno. Todo lo que se generó después. Era una figura, una imagen... anárquica monárquica.

No se volvió loco, Crook. Sencillamente, está atravesando su mejor momento musical y esta nueva formación lo demuestra. Nunca antes estuvo tan productivo: está grabando nuevo disco, tiene varios proyectos en mente, y pronto saldrá un DVD en vivo del recital que llevó a cabo con Gillespi en octubre de 2011. “Nos llevamos muy bien, somos de otro planeta. Me cae fenomenal Gillespi”, asegura. “Si alguien supiera de qué planeta somos, nos hubieran devuelto. Lo he visto tocar escalas que desafían la gravedad, man. Me gusta conservar ese hippismo que hay entre nosotros.” De repente, Crook continúa con su dilema con el saxo: “Estaba hasta los huevos del saxofón. Porque estaba en otra. Sentía lo mismo que hubiera sentido Tula con un bombo en un concierto de poesía. Y cuando tenés que parar, te perdés completamente. Me alivió, fue como cuando escuchás que se detiene el motor de la heladera. Pero igual no lo puedo dejar”.

Una vez, promediando los ’80, sí quiso dejar todo. Se volvió un poco loco (como tantos en aquella década), armó un grupo oscurísimo. “Me copé con esa mierda de las cajitas de ritmo e hicimos Mimilocos. Eramos los hijos deformes de Los Encargados”, se ríe. Y después todo lo demás: llegaron los Funky Torinos y, desde 2009, Willy Crook & The Royal We, un proyecto en los que revisita standards de jazz, soul y funk, y vuelve a su repertorio anterior.

–Recién hablaba de una figura monárquica-anárquica. Los recitales de The Royal We tienen algo de anárquico.

W. C.: –Sí, eso pasa más en los ensayos, pero en los recitales también. Ahora yo estoy mejor. A mis compañeros les pido que toquemos tres temas decentemente... ¡y lo logramos! Llevo tres años sin tomar alcohol y eso se nota en el escenario. Lo que cuesta es la decisión. Distraerte. Yo era el amigo al que le pegaba mal el alcohol, el que tomaba y se transformaba en una bestia. No conocía las resacas, man. Tenía una tolerancia sorprendente. Fui un tipo al que invitaban a todas las fiestas. Siempre pensé que el prestigio se medía en litros. Ya era un pelmazo, no rendía.

–¿Cree que su rol de saxofonista en los ’80 fue importante para las bandas de rock que se formaron durante las décadas siguientes y que ponían en primer plano al saxo?

W. C.: –Para ellos creo que fue fuerte lo de Los Redondos. Nunca logré tomar la dimensión de lo que hice, ni tampoco eso de (imita al Indio Solari) “saltar los decorados del rock”. Entré a Los Redondos sin saber tocar el instrumento. Cuando volví, en el ’91, me di cuenta de que todo eso pasaba por encima de los decorados del rock. Se transformó en una bandera social, no era ya una banda de rock. Pero es cierto lo de los saxofonistas ahora. Espero que entiendan que vale más un fracaso ajeno que cien grandes éxitos.

–Los Redondos están llenos de fanáticos. ¿Usted es fanático de algo?

W. C.: –No soy fanático de nada en general. Me gusta irme. Sí, eso, soy fanático de irme. Me gustan los autos, pero no miro las carreras. Es que con los Ford no nos llevamos muy bien, porque un par de veces vi algunos verdes. Los fanatismos me parecen anacrónicos. Soy un fanático de no ser fanático. Ya la vi a ésa. La batalla de los chetos contra los pardos, ¿no? El General Levi’s contra el Coronel All Stars (risas). En la música llegué a verlo todo. Mucho. Vi ese fanatismo de Los Redondos contra Soda Stereo y viceversa. Creo que (Andrés) Calamaro fue uno de los pocos chetos buena onda que me dirigieron la palabra.

Ahora, de vuelta en la puerta de su casa, Crook se olvida de la entrevista y clava los sentidos en unas bujías nuevas que debe probar en su camioneta. “Pappo no era el único músico que sabía de esto, ¿eh?”, bromea. Va a tener para rato, y lo disfruta como si fuera un chico. Habla con las herramientas, indescifrablemente. Putea un poco. Pero, en el fondo, está jugando a ser mecánico. A no ser Willy Crook, en definitiva. A ser el hombre lento que va demasiado rápido.

miércoles, 18 de julio de 2012

"No queríamos hacer algo tan cerebral"

Foto de Eva Irungaray
Entrevista publicada hoy en la sección Cultura & Espectáculos del diario Página//12

Antes de una mueca aquiescente y después de una larga introducción, Santiago Compiano –cantante y guitarrista de Tulús–, le dice a Página/12: “Las canciones no se manchan”. Sus compañeros de grupo (Emiliano Caffarelli, Federico Vásquez Gil y Francisco Moscuzza) sentados a la misma mesa del bar, sólo atinan a reírse; pero lo acompañan y asienten. Compiano se encuentra en esa tarea entre incómoda y agradable que es describir las canciones que grabaron para Círculo Vital, el primer disco de Tulús, y que presentan con una serie de recitales todos los jueves de julio en el Club Cultural Matienzo (Matienzo 2424), a las 21.

Durante los últimos dos años, Tulús fue la banda de apoyo de Gabo Ferro en las distintas presentaciones de El hambre y las ganas de comer, el disco que Gabo compuso junto al escritor Pablo Ramos. Eso les permitió acercarse a otro público, recorrer diferentes escenarios del país y consolidar su sonido en vivo. “Hace un par de meses que no estamos tocando con él. Ahora sacó La aguja tras la máscara, un disco chico, con otro sonido. Cuando escuché las canciones me quise matar, porque son unos temazos y me dieron ganas de tocarlos en vivo. Pero, por suerte, pudimos tenerlo de invitado en la canción ‘Quizá despierto’”, admite Compiano.

–¿Durante esos años se dieron cuenta de que tenían material para un disco largo?

Santiago Compiano: –Cuando terminamos de componer sabíamos que teníamos un disco. El proceso de grabación fue intenso. Fue fruto del roce de nuestras ideas. Tardamos un año en hacerlo. Ya estaba terminado, lo veníamos tocando mucho, pero nos faltaba alguien que nos diera el empujón. Por eso lo llamamos a Mariano “Manza” Esaín, que grabó e hizo un montón de discos que nos gustaban. El ya había escuchado los demos y se había entusiasmado. Quería trabajar con lo que le habíamos dado. La forma de grabar y la estética tenía que ver con eso. Además, no teníamos mucha plata. Lo grabamos en dos días en ION. Igual, un poco la luchamos.

Emiliano Caffarelli: –Sí, en ION se potencia todo. Teníamos solamente dos días y, para nosotros, era un sueño estar ahí. Entonces, pasaron cosas que sólo pueden pasar en un estudio como ION.

Federico Vásquez Gil: –Es que todos los que amamos grabaron ahí. Queríamos hacer algo diferente a lo del EP.

–El EP que grabaron en 2008 es psicodélico, tiene muchas capas sonoras, mientras que Círculo Vital es un disco más crudo, retro y directo.


S. C.: –Necesitábamos la vibra del estudio. Nos había grabado un demo Hernán Espejo. Siempre nos sentimos incómodos con eso de grabar primero las guitarras, después las baterías. Nosotros queríamos hacer algo que representara al grupo. En la mezcla lo mismo, no quisimos retocar mucho. Pasaron cosas raras, como abrazarnos después de terminar un tema (risas). Manza, con su energía, nos guió. En el demo habíamos hecho más sobre grabaciones. No queríamos hacer algo limpio y pasteurizado, sino lo que suena ahí. Si la canción no es buena, aunque le pongas una gran producción, no va a pasar nada.

E. C.: –Sí, esa era la idea general: grabar en vivo, mostrar la energía de la banda, pelar y no hacer algo tan cerebral. Lo que pasa es que veníamos de grabar un EP súper producido. Había un Hammond allá, un Rhodes por otro lado. Y esto es el proceso inverso, queríamos achicarnos un poco. Pienso en el axioma del “menos es más”. Si estamos confiados en lo que hacemos y de nuestras canciones, no las cubramos de cosas, dejemos que se vean como son. Esto es lo que ves.

–La segunda canción del disco se llama “Paternal”. Y la primera frase dice: “Yo sé que nunca tengo ideas muy claras”. No es difícil pensar que se inspiraron en Pappo.

E. C.: –Totalmente. Para noso-tros Pappo es una gran influencia. Creo que para todo el que hace rock acá Pappo es un referente. Paternal, también, es un barrio que queremos mucho. Era nuestro cable a tierra, porque es el lugar donde caíamos después del laburo o de haberte peleado con tu chica. Y siempre hay gente zapando por ahí.

S. C.: –Nosotros somos muy fanas del rock nacional. Para mí, la tríada es Pappo, Spinetta y Charly. Emiliano por ahí incluye a otros como Litto Nebbia o Javier Martínez. Pero Pappo es el héroe de todos nosotros.

–Y además de los grandes referentes como Pappo o Manal, ¿tienen otros más jóvenes?

S. C.: –Me junto con Hernán Espejo, cantante de Compañero Asma, y siempre me recomienda algo nuevo. Los grupos con los que compartimos fechas los fines de semana, nuestros pares, son las influencias más directas que tenemos. Además de muchas bandas amigas como Dietrich, Morbo y Mambo, Prietto viaja al cosmos con Mariano, Go Neko!, y son bandas totalmente diferentes. Antes, me parece, pasaba otra cosa. Antes eran tribus. Tribus determinadas que iban a ver a, por ejemplo, Todos tus Muertos y después se mataban a piñas contra los skinheads. Pero eran otros momentos, otro país.

–¿Cómo denominarían ustedes a su estilo?

S. C.: –Yo no puedo aceptar tocar la misma música como hace 50 años. El rock ya está viejo, pero nuestra intención es tocar rock y blues de una manera más moderna. No sé si se nota, pero es nuestra intención.