viernes, 30 de noviembre de 2012

“El perfeccionismo no existe”

Nota publicada hoy en la sección Cultura & Espectáculos del diario Página/12
 

Dos risas se extienden a lo largo del mediodía y, encadenadas después de una ocurrencia, finalizan para darle espacio a la siguiente pregunta. En esta ocasión, Gillespi y Willy Crook siguen ese mecanismo: pregunta-respuesta-risas-pregunta-respuesta-risas y así hasta finalizar el encuentro con Página/12, en un mediodía caluroso, bajo la sombra de un árbol y con los protagonistas un tanto cansados: Gillespi se levanta a las cuatro porque desde las seis conduce La almohada maldita, de lunes a viernes por la FM Rock & Pop, y a Willy Crook su rostro lo delata: no ha dormido lo suficientemente bien y sus ojos amagan con cerrarse del todo.

Esas risas que se oyen a una cuadra de distancia son las consecuencias del diálogo entre dos amigos extrovertidos, inquietos y locuaces sobre los temas más diversos, que Crook (hábil conversador) hilvana de la manera más amable para resistir una mañana de sueño; mientras Gillespi trata de enmarcar con su discurso la salida del CD-DVD Live from Rulemánia, un registro dirigido por el fotógrafo Edgardo Kevorkian (autor del libro Porco Rex en fotos, sobre el disco solista del Indio Solari) que tiene al ex Las Pelotas y al ex Patricio Rey como protagonistas junto a los músicos que los acompañan durante el año, más unos extras que recopilan escenas en camarines y una entrevista del periodista Alfredo Rosso, los dos vientistas lo presentan esta noche a las 22 en el Teatro SHA (Sarmiento 2255).
 
Foto por Rafael Yohai
–Crook, hace unos meses le había dicho a Página/12 que Gillespi era de otro planeta. ¿De Rulemánia, quizás?

G.: –(Risas) Me parece que exageró un poco.

W. C.: –Espero no lo tomes a mal.

G.: –Ultimamente perdí mucho de mis raíces interplanetarias. Ojalá que pueda retomar todo eso, pero yo sé por qué él dice eso. Porque él ha escuchado mis demos de canciones cuando yo empecé a flirtear con los sintetizadores y hacer cosas caseras. Todo ese rarismo le gusta mucho.

W. C.: –Yo soy sordo, y él toca los instrumentos al revés, por eso creo que es un extraterrestre y un fuera de serie. Además, porque es mi amigo y me gusta inflarle el globo. Mi ego lo abarca. Hablando en serio, lo que él toca me gusta, me encanta las libertades que se toma y que sus temas a veces duren, no sé, seis o siete minutos y al otro día esa misma canción dure tres o dos.

–Esta unión sobre el escenario se iba a dar de algún modo u otro. Son amigos, transitaron el under durante décadas, tienen el mismo humor.

W. C.: –Estamos convencidos de esto. No, no, perdón, estamos confundidos. Es algo natural que estemos juntos. Nos debíamos plata.

G.: –Se veía venir, pero nadie lo organizaba.

W. C.: –Comprobamos que nos llevamos bien, porque ya nos conocemos de hace tiempo. Tuvimos un programa de radio con Pettinato a principios de los ‘90, un programa que duraba casi tres horas y también tocábamos algo.

–¿Pudieron ver Live from Rulemánia? ¿Son autocríticos?

W. C.: –¡No! Nunca me escucho ni me miro después de tocar. Hay gente que tiene esa costumbre: terminan el show y van rápido a mirar a ver qué hicieron mal y qué bien. Yo sería lo último que haría, pero sobre gustos no hay nada escrito.

G.: –A mí me genera tensión verme. Me produce más nervios verme en una televisión tocando que tocar en un concierto.

W. C.: –Y sí, porque si ya viste a la vaca, para qué vas a acariciar el ternero. (Risas) Pero no somos perfeccionistas, no. La idea es que nuestro perfeccionismo sea todos los días diferente. Esa es la idea del DVD. El enemigo más grande musicalmente es el cliché del perfeccionismo.

G.: –El perfeccionismo mata todo.

–¿Por qué?


G.: –Porque no es humano, es robótico, matemático. Si Willy está haciendo la voz para una canción y graba treinta tomas, la grabación número treinta no va a tener ya ninguna onda de nada. La música que hacemos está hecha de improvisación, de mucha humanidad. Para mí, tocar bien es algo tan especial que es superior a la perfección. La perfección es aburrida y geométrica.

W. C.: –El perfeccionismo no existe, existe una búsqueda de la perfección. La perfección es amar sin ser amado... El perfeccionismo existe como formato y contenido, pero sin propósito no es perfecto. Es lo que dice Gillespi, lo que hacemos está hecho de improvisación, pero basados en un esquema, para que la gente no nos tire hortalizas.

–¿Y entre ustedes se corrigen?

G.: –No, ya estamos muy jugados, por ahí lo que repasamos son algunos arreglos. Yo no estoy ensayando mucho. Y con Willy, por problemas de horario, se nos complica para juntarnos.

W. C.: –Nosotros somos los únicos descarados que buscamos la sección de vientos arriba de la gente, porque ellos forman parte del espectáculo. Se los busca y se los encuentra o no ahí arriba. No hay red y nadie resulta herido en estos conciertos. Miles Davis dijo que “el que no se equivoca es porque no está improvisando”. Somos milesdavisianos y, a veces, no se encuentra el error en nuestros shows, por eso nadie se da cuenta. No se dan cuenta porque es... perfecto. (Risas).

–Por lo general, en este tipo de reuniones aflora la mala competencia. Sin embargo, en Live from Rulemánia se ve la buena onda que irradian, y los músicos que los acompañan parecen viejos amigos.

G.: –Esto es una situación especial. Lo vivimos como tal, es como un recreo que nos tomamos. Somos amigos todos, encima de una misma generación. Nos conocemos de hace tiempo y la situación del escenario es solo una parte de una gran vida que tenemos juntos. Yo soy muy fan de Willy. Me divierte mucho, siempre tiene algo sorpresivo. Es un genio inventando frases y neologismos.

–Ahora viene la presentación oficial del CD-DVD en Buenos Aires, ¿pero les gustaría viajar por el interior?
G.: –La realidad es que no podemos tocar en todo el país, solo en cuatro o cinco ciudades grandes. Estamos limitados a eso y, además, el productor que quiera llevarnos tiene que pensar que somos muchos. No somos nosotros dos, sino también nuestros músicos. Live from Rulemánia es un espectáculo monstruoso. Somos un colectivo lleno de gente, más de veinte personas en el escenario. Por eso se hace muy difícil hacerlo más seguido. Y esto les pasa a todos los artistas, porque es una elite, unos pocos, los músicos que cobran por tocar. ¡Y hasta a veces los que cobran son los bolicheros y nosotros no!

W. C.: –Sin dudas. Primero fueron los milicos, después la cana y ahora los bolicheros.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Habitantes del universo de la canción

Nota publicada hoy en la sección Cultura & Espectáculos del diario Página/12

Foto por Sandra Cartasso
Aunque en principio se trate de artistas muy diferentes, comparten un mismo mundo: el de las canciones. Zambayonny estuvo presentando por todo el país Búfalo de agua, el álbum que lanzó en 2011, esta vez acompañado por un grupo de apoyo; Manuel Moretti lanzó hace poco El costado izquierdo, el sexto disco de Estelares. Durante todos los jueves de noviembre, estos dos cantautores –no tan distintos, entonces– revisitan sus repertorios dándoles una vuelta de tuerca en un ciclo en el Torquato Tasso (Defensa 1575). En el caso de Moretti, con una épica tanguera, barrial y melodramática, y en el de Zambayonny, con una humorística vertiginosa y delirante. “Lo de cantar tangos es prueba y error. Me da cosa cantarlos. Pero sigo aprendiendo. Igualmente, personas que trabajan con el tango acá me miman, me dan consejos. Es algo que me gusta, me siento contenido cantando tangos. Muchas letras de Estelares vienen de ahí, porque está atravesado por la melancolía y hay algo de eso que me gusta mucho”, confiesa Moretti.

–¿Cómo surgió la idea de juntarse para hacer un ciclo?

Zambayonny: –La unión se dio naturalmente. Un día me llamó Manuel, me dijo que había surgido la posibilidad de hacer un ciclo en el Torquato Tasso y no dudé en decirle que sí, porque soy un admirador de lo que hace en Estelares. Y se ve en este ciclo, la gente escucha canciones, un poco de tango, algunos valsecitos, canciones inéditas de él, algunos temas míos que son viejos. Nuestras posturas son parecidas. No hay una actitud impostada: la gente ve algo natural, un tipo tocando canciones tranquilo, porque no hay nada forzado ni muy diferente.

Manuel Moretti: –Cuando me propusieron lo del ciclo pensé en él porque me acuerdo, precisamente, de sus canciones, y me gustaba la idea porque la temática y los diferentes colores con los que trabaja en lo suyo están dentro del mundo de la canción, pero corrido de lo que hago yo. En un punto, mis canciones son más oscuras que las de él. Queríamos jugar con todo eso. La idea era poner en una misma mesa un café con leche, un ron, una milanesa y una ensalada de frutilla (risas).

–Los dos comparten la pasión por la escritura, ¿pero qué fue lo primero que los unió?

M. M.: –Lo primero que nos unió fue la palabra. En mi caso, la melodía ha sido uno de los patines con los que ando con más comodidad. En determinadas etapas de mi vida, la melodía me dio más cobijo que la palabra. Pero la palabra también aparece como un elemento fundamental tremendo en mí. Creo que fue eso.

Z.: –Desde ya. Igual, no lo planteo desde el punto de vista artístico de escribir, sino desde las ideas que tenemos, el análisis de los hechosn. Conozco gente que no tiene una opinión sobre nada, gente que le da lo mismo todo, que repite lo que le dicen. Pero también conozco gente que es generadora de ideas y analítica. Bueno, yo estoy más cerca de esa gente. Y uno de ellos es Manuel, y la palabra nos une, porque la palabra está ligada a una idea.

–Sin embargo, en el lenguaje que utilizan, sus canciones parecen estar enfrentadas.

M. M.: –Zambayonny tiene una impronta más de cantautor clásico tipo Silvio Rodríguez, pero no estamos en dos mundos enfrentados. Pertenecemos al universo de la canción y la palabra. Por eso, para los próximos recitales, estamos viendo de cantar algunas canciones juntos. Le voy a pedir que me pase una hoja con las letras de sus canciones porque, afortunadamente, tienen un montón de versos y yo una memoria pésima.

Z.: –¡Y yo también! Llevo el atril a todas partes. Me da vergüenza porque la gente que va a los shows sabe todas las canciones, menos yo (risas).

–Si se diera la posibilidad, ¿grabarían un disco juntos?

Z.: –Sí, sacaríamos un disco... de la discoteca (risas).

M. M.: –No, no, lo que pasa es que estamos con nuestros proyectos. Me gustaría hacer un ejercicio con un disco; que lo voy a terminar haciendo, solista, con algunos tangos y demás. Pero primero está Estelares. Y además tengo que probarme a mí para saber qué clase de disco quiero hacer. Pero uno no sabe, por ahí alguien registra los recitales que estamos haciendo con un grabador y sale Moretti y Zambayonny en vivo en el Tasso...

–Moretti, en uno de los recitales de este ciclo dijo que la única palabra que sabía decir era “canción”. ¿Qué significa para ustedes esa palabra y qué importancia tuvo en sus vidas?

M. M.: –Sí, es que para mí representa mucho. La canción es todo un universo. En el escenario lo dije en broma, pero a veces uno la dice tanto que corre el riesgo de vaciarla de sentido. La canción se convirtió en un elemento de expresión muy importante que no estuvo planeado y que me dio mucha tranquilidad en desesperaciones sensibles. La canción fue el elemento que me dio la oportunidad de relacionarme con el mundo de una manera presentable. Es una maravilla sensible y para mí ha sido un salvavidas. No sé qué hubiera sido de mí si no hubiese conseguido estos elementos de conjugación entre la melodía y el verso. Y que, bueno, después se hayan desarrollado en mí.

Z.: –Yo no distingo el medio, utilizo lo que esté enfrente de mí. A veces es una canción o un papel donde escribo algo que puede terminar en un libro (Marea acaba de lanzar Leyenda de un superhéroe, la segunda novela de Zambayonny), una idea que expreso ante los amigos o... un tweet. Para mí, la canción es un vehículo más.

–El Torquato Tasso es un histórico reducto del tango de Buenos Aires. ¿Van a romper con ese prejuicio que dice que el músico de rock no puede cantar tangos?

M. M.: –A mí todavía no me dijeron nada. Ojalá que no. Igualmente, hubo muchos músicos que lo interpretaron muy bien, como Palo (Pandolfo). Y Zambayonny también. Quizás él no lo tenga tan marcado, pero tiene cosas tangueras en su manera de escribir, en esos juegos con las palabras, pero no sé si lo tiene tan consciente.

Z.:–Estamos atravesados totalmente por el tango. A veces escucho bandas que tienen pocas letras, pero sin embargo ves que el tango está presente ahí también. Porque, de alguna manera, todos fuimos acunados por él. Yo nací en Balcarce al 200 y lo vi y escuché siempre. No es lo mismo haber sido acunado por el tango que por una música vacía. Pasamos nuestra infancia y adolescencia escuchando gente que escribía bien, que contaba buenas historias. Sin duda tenemos mucho de eso y es un orgullo tenerlo.

–Entonces, esta reunión no se da sólo porque son amigos.

Z.: –El matrimonio igualitario tuvo mucho que ver (risas).

domingo, 29 de julio de 2012

“Acá no hay una competencia, sino un gran aprendizaje”

Nota publicada hoy en la sección Cultura & Espectáculos del diario Página/12

Hay una sentencia recurrente en el periodismo cultural que dice más o menos así: la ciudad de La Plata es una factoría incansable de buenos grupos de rock. Los últimos años de producción musical en el radio platense son un dato que confirma ese pronunciamiento, pero también el movimiento cultural inquebrantable: Laptra, Uf Caruf, Cala Discos, Concepto Cero, Mandarinas Records y El Movimiento del Ruido son algunos de los notables sellos discográficos que nacieron durante los últimos siete años en la ciudad.

“Es que La Plata es una gran banda de rock”, se enorgullece Lautaro Barceló, guitarrista de Orquesta de Perros, a propósito de los modos de producción platense. El, Ramiro García Morete (cantante de Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete) y Pedro Bedascarrasbure (integrante de Primer Hombre Internacional) son los que se encargan de explicar de qué se trata Uf Caruf, el sello revelación de la ciudad de las diagonales que ya ha engrosado su catálogo con decenas de lanzamientos virtuales a través de su página de Internet (www.ufcaruf.com.ar) y dado a conocer a muchas de las mejores bandas y solistas de la nueva escena independiente del Gran Buenos Aires.

Ante los tiempos que corren, el cambiante uso de las nuevas tecnologías y la manera de consumir música, los creadores de Uf Caruf decidieron subir a la web su producción, pero también fabricarla materialmente. En lo que va de su vida, del sello nacieron las canciones de Laura Citarella, Juan Artero, Pablo Matías Vidal, Campamento, Sabáticos, Rivero y El Mico, Jimmy Jimmy Cesc Fábregas Band y, durante 2012, se publicaron Roles y oficios, el disco revelación de Orquesta de Perros; El olor de la sangre, una quijotesca obra solista de Ramiro García Morete, alias Míster, y los nuevos y entusiastas proyectos de Primer Hombre Internacional, Gonzalo Carovillano y Adrián Juárez.


Algunos de los miembros de Uf Caruf
–Desde mediados de la década pasada, en La Plata surgieron varios sellos independientes. Laptra y Cala Discos son algunos ejemplos. ¿Qué relación tienen con ellos?

Ramiro García Morete: –Tenemos la mejor. Nuestra premisa, siempre que armamos una fecha nuestra, es que la cierre una banda que no sea de Uf Caruf. Porque tampoco es que plantamos una bandera y decimos “éstos son los nuestros”. Somos amigos con todos. Estamos nucleados acá por una cuestión de cercanía, pero estamos todos juntos. Tocamos más con 107 Faunos, que son de Laptra, que con Primer Hombre Internacional, que son de Uf Caruf. No hay un patrón estilístico que rija al sello. No sólo pasa dentro de Uf Caruf, sino también en La Plata. Lo mejor que tiene la ciudad es que la mayoría de las bandas posee una voz propia y eso hace que no veas al otro como una competencia, sino como un aprendizaje. Celebrás los puntos en común y las diferencias porque no hay una tensión en eso, hay una filosofía en común.

Pedro Bedascarrasbure: –Eso no quita que, en una primera instancia y por una cuestión identitaria, haya una búsqueda con respecto a las canciones que definen la identidad de Uf Caruf. Hay una búsqueda en la pluma y somos curiosos con las canciones de los compañeros del sello. Pasa que acá hay una búsqueda común, una búsqueda estética que me parece interesantísima. Cada uno por su lado, escribiendo totalmente distinto, con las letras estamos diciendo una verdad nuestra.

R. G. M.: –Claro, lo que tiene distintivo el sello es que por ahí en un recital se corta la luz y esas mismas canciones las podemos tocar igual y tienen el mismo peso. Musicalmente, tenemos una búsqueda tan intensa como otras bandas, pero no corremos detrás del sonido. Nos interesa el sonido pero no buscamos sonar igual a otros. La búsqueda nuestra viene de bien lejos.

–¿Es la búsqueda de la canción perfecta?

P. B.: –Quizás sea la búsqueda de verdad. Yo vengo pensando que cuando subís al escenario, tenés que decir algo, estás transmitiendo una verdad tuya. Cuando empezamos con Primer Hombre Internacional la premisa era: si la canción pide tocarla con miles de instrumentos, se hará. Hay que respetar la canción.

Lautaro Barceló: –Hay un culto a la canción; la ponemos allá arriba como si fuera una princesa y todos vamos a trabajar para que ella se exprese en todo su esplendor.

R. G. M.: –Sí, lo de la verdad está presente, pero decir una verdad no sólo se dice a través de las letras, también se dice desde la música. Referido a los textos, hay un cuidado en las letras en todos los que estamos en Uf Caruf. Y hay un dominio mediano del lenguaje que se nota. Eso se da del mismo modo en que concebimos las canciones y su divulgación. Es decir, el proceso creativo es igual al proceso de difusión. No estamos pendientes de una estética particular. El movimiento son las canciones; ellas se mueven solas.

–En Uf Caruf hay un entrecruzamiento permanente de músicos. Todos colaboran en distintos proyectos del sello. Por ejemplo, Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete comparte integrantes con Campamento, Orquesta de Perros, Míster y Sabáticos, entre otros. En definitiva, el sello podría ser una única y gran banda de rock con decenas de músicos, discos y propuestas...

R. G. M.: –Sí, es como un sello endogámico. Hay miles de cruces que se dan de un modo natural. Están repartidos lo colectivo y lo individual de la mejor manera. Hay un espíritu colectivo, en el sentido de que si se lanza un disco, salimos a defenderlo todos. Yo aprendí un montón de ellos, pero a su vez siempre estamos tratando de diferenciarnos el uno del otro, es una competencia sana. Sin embargo, también tenemos una voz narrativa propia. Surge del “¿Qué puedo aportar yo que no puedan aportar ellos?”.

L. B.: –Al principio éramos mucho más cerrados. Nosotros creíamos que éramos los únicos que teníamos este pensamiento cooperativo en la música; pero después empezamos a tocar con gente de Laptra, de Cala Discos y nos dimos cuenta de que La Plata es un gran Uf Caruf. La Plata es una gran banda de rock. Yo toco con músicos de Thes Siniestros y Mostruo!, que son de diferentes sellos de acá. Los pibes de las bandas de Capital, cuando vienen acá, se sorprenden, porque toca una banda y vamos todos a verla. Vamos como espectadores o como músicos. Esa actitud colectiva en La Plata se dio porque estamos muy cerca. Siento que a las bandas de Capital les cuesta hermanarse.

R. G. M.: –A mí no me gusta abogar ni caer en la idea de que La Plata es la panacea del rock, porque en el oeste hay una gran movida y en muchos lugares también. Pero lo que sí tiene a favor nuestra ciudad es que hay una sana arrogancia de que vos no podés hacer rock sin sentir orgullo. A nosotros nos encantaría que nos vaya bien en Capital y en todo el mundo, pero no hay una necesidad; hay un deseo, claro, pero podemos ser felices tocando solamente acá. No estoy haciendo un elogio de la inercia pueblerina de quedarse, pero podemos canalizar las inquietudes artísticas acá porque hay movimiento cultural. Y eso nos enorgullece, genera una identidad de la que hablamos antes.

–¿Se puede hablar de un sonido Uf Caruf?

R. G. M.: –Uno es fatalmente uno. Yo podría querer sonar como Leonard Cohen y nunca voy a poder sonar así. A mí, lo que me gusta de los discos que grabé es que nunca terminaron sonando como yo quería que sonaran. Creo manejar diferentes voces, timbres y armonías. Para hacer una parábola bíblica, voy a poner la voz como Cohen o Bob Dylan, que estudiaron el tema. Pero lo hago inconscientemente, no lo pienso. Si voy a cantar punk pero tengo registro de barítono, nací en La Plata y escuché a Embajada Boliviana, voy a cantar de otra manera. Es la red infinita de sentido. No hay en la vida algo que me represente más que El olor de la sangre, el disco que grabé. Ahí estoy siendo yo con todas esas personas que conviven dentro de mí. Me siento más cerca de Dylan Thomas que de mi viejo. La vanguardia siempre es tradicional. Vos no podés romper con algo que no conocés y eso es lo que te hace clásico. Lo clásico siempre fue vanguardia y tradición. Una cosa es la originalidad y otra la autenticidad. Vos no podés aspirar a la originalidad, pero sí a la autenticidad. Yo no quiero ser original, porque un ser humano simbólico y cultural no puede ser original, pero sí puede ser auténtico. Te nutrís de todos los símbolos y los hacés propios.

L. B.: –Nosotros jugamos a hacer canciones. Trabajamos para tener ese espacio. Somos Concepto Cero, Cala Discos, Laptra, El Movimiento del Ruido, todos trabajando de otra cosa, pero haciendo todo para hacer música y canciones. Nadie viene de afuera a darnos plata para hacer esto.

R. G. M.: –No hacemos música para trabajar, sino que trabajamos para poder hacer música.

sábado, 21 de julio de 2012

"Los fanatismos son anacrónicos"

Foto por Agustín Dusserre
Nota publicada hoy en la sección Cultura & Espectáculos del diario Página/12

“Soy un pelotudo bastante importante”, se dice a sí mismo Willy Crook, luego de una risita cómplice, entre dientes. Lo balbucea vertiginosamente y a hurtadillas, como ocultando la voz para que nadie lo escuche. Crook es un hombre que va demasiado rápido –y un tanto encorvado– en esta ciudad de tránsito lento. Por estos días se encuentra trabajando en The Royal We –la banda que formó en 2009–, con la que se presentará hoy a las 21.30 en Samsung Studio, después de una primera función agotada.

Crook es un artista del lenguaje hablado, un histriónico personaje salido de las entrañas del rock argentino. Página/12 lo encuentra en la puerta de su casa de Balvanera, reparando su camioneta, la misma que utiliza para transportar los equipos e irse de gira por el interior. Debajo del asiento del conductor lleva un cuchillo. “A veces, alguno puede meter la cabeza y hay que estar preparado”, comenta, mientras levanta el capot y maniobra de aquí para allá la caja de herramientas. Su vida se compone de escenas. En una, ya dentro de su casa, y ante la foto de un guitarrista que tiene de fondo de pantalla en una de sus notebooks, dice: “Qué digitación que tiene, ¿no? Qué genio”, para responderse, unos segundos después “soy yo”, y reírse a carcajadas, otra vez. En esa foto sepia, tomada por un fotógrafo profesional durante un recital, aparece con el pelo recogido, la guitarra eléctrica que lo acompaña a todos lados y unos anteojos negros demodé, pero que le quedan perfectos.
 
–Si bien empezó en la música tocando la guitarra y hoy lo sigue haciendo, se lo reconoce más por su trabajo de saxofonista con Los Redondos, Los Abuelos de la Nada, y sus colaboraciones con Sumo o Charly García. ¿Alguna vez se cansó del saxofón?

Willy Crook: –En un momento, sí. Me tenía recontra podrido. A principios de los ’80 éramos pocos: Emilio Villanueva, Pablito Rodríguez, Roberto Pettinato y Daniel Melingo. Ahora ya son muchos. Desde luego, siempre estoy volviendo al saxo, pero el kilometraje te da cierta apatía. Sigo siendo un boludo alegre que se entusiasma con la música. Me sorprendo de lo que sucede conmigo. Porque después de los Funky Torinos, yo quería comprender a Los Redondos, pero era incomprensible ese fenómeno. Todo lo que se generó después. Era una figura, una imagen... anárquica monárquica.

No se volvió loco, Crook. Sencillamente, está atravesando su mejor momento musical y esta nueva formación lo demuestra. Nunca antes estuvo tan productivo: está grabando nuevo disco, tiene varios proyectos en mente, y pronto saldrá un DVD en vivo del recital que llevó a cabo con Gillespi en octubre de 2011. “Nos llevamos muy bien, somos de otro planeta. Me cae fenomenal Gillespi”, asegura. “Si alguien supiera de qué planeta somos, nos hubieran devuelto. Lo he visto tocar escalas que desafían la gravedad, man. Me gusta conservar ese hippismo que hay entre nosotros.” De repente, Crook continúa con su dilema con el saxo: “Estaba hasta los huevos del saxofón. Porque estaba en otra. Sentía lo mismo que hubiera sentido Tula con un bombo en un concierto de poesía. Y cuando tenés que parar, te perdés completamente. Me alivió, fue como cuando escuchás que se detiene el motor de la heladera. Pero igual no lo puedo dejar”.

Una vez, promediando los ’80, sí quiso dejar todo. Se volvió un poco loco (como tantos en aquella década), armó un grupo oscurísimo. “Me copé con esa mierda de las cajitas de ritmo e hicimos Mimilocos. Eramos los hijos deformes de Los Encargados”, se ríe. Y después todo lo demás: llegaron los Funky Torinos y, desde 2009, Willy Crook & The Royal We, un proyecto en los que revisita standards de jazz, soul y funk, y vuelve a su repertorio anterior.

–Recién hablaba de una figura monárquica-anárquica. Los recitales de The Royal We tienen algo de anárquico.

W. C.: –Sí, eso pasa más en los ensayos, pero en los recitales también. Ahora yo estoy mejor. A mis compañeros les pido que toquemos tres temas decentemente... ¡y lo logramos! Llevo tres años sin tomar alcohol y eso se nota en el escenario. Lo que cuesta es la decisión. Distraerte. Yo era el amigo al que le pegaba mal el alcohol, el que tomaba y se transformaba en una bestia. No conocía las resacas, man. Tenía una tolerancia sorprendente. Fui un tipo al que invitaban a todas las fiestas. Siempre pensé que el prestigio se medía en litros. Ya era un pelmazo, no rendía.

–¿Cree que su rol de saxofonista en los ’80 fue importante para las bandas de rock que se formaron durante las décadas siguientes y que ponían en primer plano al saxo?

W. C.: –Para ellos creo que fue fuerte lo de Los Redondos. Nunca logré tomar la dimensión de lo que hice, ni tampoco eso de (imita al Indio Solari) “saltar los decorados del rock”. Entré a Los Redondos sin saber tocar el instrumento. Cuando volví, en el ’91, me di cuenta de que todo eso pasaba por encima de los decorados del rock. Se transformó en una bandera social, no era ya una banda de rock. Pero es cierto lo de los saxofonistas ahora. Espero que entiendan que vale más un fracaso ajeno que cien grandes éxitos.

–Los Redondos están llenos de fanáticos. ¿Usted es fanático de algo?

W. C.: –No soy fanático de nada en general. Me gusta irme. Sí, eso, soy fanático de irme. Me gustan los autos, pero no miro las carreras. Es que con los Ford no nos llevamos muy bien, porque un par de veces vi algunos verdes. Los fanatismos me parecen anacrónicos. Soy un fanático de no ser fanático. Ya la vi a ésa. La batalla de los chetos contra los pardos, ¿no? El General Levi’s contra el Coronel All Stars (risas). En la música llegué a verlo todo. Mucho. Vi ese fanatismo de Los Redondos contra Soda Stereo y viceversa. Creo que (Andrés) Calamaro fue uno de los pocos chetos buena onda que me dirigieron la palabra.

Ahora, de vuelta en la puerta de su casa, Crook se olvida de la entrevista y clava los sentidos en unas bujías nuevas que debe probar en su camioneta. “Pappo no era el único músico que sabía de esto, ¿eh?”, bromea. Va a tener para rato, y lo disfruta como si fuera un chico. Habla con las herramientas, indescifrablemente. Putea un poco. Pero, en el fondo, está jugando a ser mecánico. A no ser Willy Crook, en definitiva. A ser el hombre lento que va demasiado rápido.

miércoles, 18 de julio de 2012

"No queríamos hacer algo tan cerebral"

Foto de Eva Irungaray
Entrevista publicada hoy en la sección Cultura & Espectáculos del diario Página//12

Antes de una mueca aquiescente y después de una larga introducción, Santiago Compiano –cantante y guitarrista de Tulús–, le dice a Página/12: “Las canciones no se manchan”. Sus compañeros de grupo (Emiliano Caffarelli, Federico Vásquez Gil y Francisco Moscuzza) sentados a la misma mesa del bar, sólo atinan a reírse; pero lo acompañan y asienten. Compiano se encuentra en esa tarea entre incómoda y agradable que es describir las canciones que grabaron para Círculo Vital, el primer disco de Tulús, y que presentan con una serie de recitales todos los jueves de julio en el Club Cultural Matienzo (Matienzo 2424), a las 21.

Durante los últimos dos años, Tulús fue la banda de apoyo de Gabo Ferro en las distintas presentaciones de El hambre y las ganas de comer, el disco que Gabo compuso junto al escritor Pablo Ramos. Eso les permitió acercarse a otro público, recorrer diferentes escenarios del país y consolidar su sonido en vivo. “Hace un par de meses que no estamos tocando con él. Ahora sacó La aguja tras la máscara, un disco chico, con otro sonido. Cuando escuché las canciones me quise matar, porque son unos temazos y me dieron ganas de tocarlos en vivo. Pero, por suerte, pudimos tenerlo de invitado en la canción ‘Quizá despierto’”, admite Compiano.

–¿Durante esos años se dieron cuenta de que tenían material para un disco largo?

Santiago Compiano: –Cuando terminamos de componer sabíamos que teníamos un disco. El proceso de grabación fue intenso. Fue fruto del roce de nuestras ideas. Tardamos un año en hacerlo. Ya estaba terminado, lo veníamos tocando mucho, pero nos faltaba alguien que nos diera el empujón. Por eso lo llamamos a Mariano “Manza” Esaín, que grabó e hizo un montón de discos que nos gustaban. El ya había escuchado los demos y se había entusiasmado. Quería trabajar con lo que le habíamos dado. La forma de grabar y la estética tenía que ver con eso. Además, no teníamos mucha plata. Lo grabamos en dos días en ION. Igual, un poco la luchamos.

Emiliano Caffarelli: –Sí, en ION se potencia todo. Teníamos solamente dos días y, para nosotros, era un sueño estar ahí. Entonces, pasaron cosas que sólo pueden pasar en un estudio como ION.

Federico Vásquez Gil: –Es que todos los que amamos grabaron ahí. Queríamos hacer algo diferente a lo del EP.

–El EP que grabaron en 2008 es psicodélico, tiene muchas capas sonoras, mientras que Círculo Vital es un disco más crudo, retro y directo.


S. C.: –Necesitábamos la vibra del estudio. Nos había grabado un demo Hernán Espejo. Siempre nos sentimos incómodos con eso de grabar primero las guitarras, después las baterías. Nosotros queríamos hacer algo que representara al grupo. En la mezcla lo mismo, no quisimos retocar mucho. Pasaron cosas raras, como abrazarnos después de terminar un tema (risas). Manza, con su energía, nos guió. En el demo habíamos hecho más sobre grabaciones. No queríamos hacer algo limpio y pasteurizado, sino lo que suena ahí. Si la canción no es buena, aunque le pongas una gran producción, no va a pasar nada.

E. C.: –Sí, esa era la idea general: grabar en vivo, mostrar la energía de la banda, pelar y no hacer algo tan cerebral. Lo que pasa es que veníamos de grabar un EP súper producido. Había un Hammond allá, un Rhodes por otro lado. Y esto es el proceso inverso, queríamos achicarnos un poco. Pienso en el axioma del “menos es más”. Si estamos confiados en lo que hacemos y de nuestras canciones, no las cubramos de cosas, dejemos que se vean como son. Esto es lo que ves.

–La segunda canción del disco se llama “Paternal”. Y la primera frase dice: “Yo sé que nunca tengo ideas muy claras”. No es difícil pensar que se inspiraron en Pappo.

E. C.: –Totalmente. Para noso-tros Pappo es una gran influencia. Creo que para todo el que hace rock acá Pappo es un referente. Paternal, también, es un barrio que queremos mucho. Era nuestro cable a tierra, porque es el lugar donde caíamos después del laburo o de haberte peleado con tu chica. Y siempre hay gente zapando por ahí.

S. C.: –Nosotros somos muy fanas del rock nacional. Para mí, la tríada es Pappo, Spinetta y Charly. Emiliano por ahí incluye a otros como Litto Nebbia o Javier Martínez. Pero Pappo es el héroe de todos nosotros.

–Y además de los grandes referentes como Pappo o Manal, ¿tienen otros más jóvenes?

S. C.: –Me junto con Hernán Espejo, cantante de Compañero Asma, y siempre me recomienda algo nuevo. Los grupos con los que compartimos fechas los fines de semana, nuestros pares, son las influencias más directas que tenemos. Además de muchas bandas amigas como Dietrich, Morbo y Mambo, Prietto viaja al cosmos con Mariano, Go Neko!, y son bandas totalmente diferentes. Antes, me parece, pasaba otra cosa. Antes eran tribus. Tribus determinadas que iban a ver a, por ejemplo, Todos tus Muertos y después se mataban a piñas contra los skinheads. Pero eran otros momentos, otro país.

–¿Cómo denominarían ustedes a su estilo?

S. C.: –Yo no puedo aceptar tocar la misma música como hace 50 años. El rock ya está viejo, pero nuestra intención es tocar rock y blues de una manera más moderna. No sé si se nota, pero es nuestra intención.

lunes, 28 de mayo de 2012

La nube de El Salmón

Hace ya más de diez años, cuando a Andrés Calamaro le pidieron unas palabras sobre aquellos dos volúmenes de las Grabaciones Encontradas -publicados a mediados de los años noventa- atinó a decir algunas frases sueltas, sin conexión aparente, pero que así cobraban una fuerza inusitada: "Es mi Jurassic Park", dijo, definiendo una forma de grabación, pero también una forma de vida. Allí Calamaro entraba en su momento de mayor producción, en donde iba a experimentar con intensidad en el estudio de grabación, obteniendo un resultado inédito en la música argentina: durante una crisis personal, en un abrir y cerrar de ojos, una parva de canciones, multiplicadas por cien, se transformarían en su profuso repertorio.

Fue junto a sus compañeros más cercanos que, a principios de la década del 2000, compuso y grabó alrededor de 600 canciones. Muchas de ellas permanecen inéditas, pero algunas forman parte de su discografía oficial, diseminadas en Honestidad Brutal, El Salmón, El Cantante, El Palacio de las Flores, La Lengua Popular, On the rock y Obras Incompletas, sus últimos discos; otras, fueron parte de Radio Salmón Vaticano (un programa de radio emitido a través de su web oficial, donde el cantante registró, periódicamente y durante 2003, alrededor de cien canciones –entre versiones y temas propios- y El Salmón X, un homenaje celebratorio y low-fi por los diez años del disco quíntuple que marcó un antes y un después en su carrera.

Con el avance tecnológico, la ley SOPA y el cierre de Megaupload, se debatió en las redes sociales con encarnizamiento sobre los derechos de autor y el dowloading. Desde su cuenta de Twitter, Calamaro fue uno de los que debatió con diversos argumentos, a veces con certeza, pero debatiendo al fin. Hace un mes, y en sintonía con sus ideas vertidas sobre el tema, Calamaro creó un perfil en Soundcloud, una red social para músicos donde se pueden colgar canciones ya terminadas, listas para escuchar y comentar sobre ella, en cualquier momento de la canción: “…un poco de streaming podría servirnos para saber cuándo mentimos respecto a la revolución tecnológica y todo lo que cacareamos con la SOPA, autores, etc., y para muchas más cosas”, escribió en el blog de su página oficial de Internet.

Calamaro vive en una nube: “SoundCloud es experimental pero altamente musical y me representa a mí. Pero cada canción que escribo es mi mejor canción, o no la grabo”, escribió en su cuenta de Twitter. Hablando de música, en su perfil de Soundcloud (http://www.soundcloud.com/a-k-25) encontramos muchas facetas de Calamaro, ya que no sólo graba y sube las canciones en el momento, sino que recupera temas compuestos a principios de la década de 2000. Escuchamos un Calamaro rollinga (“Granaderos a caballo”, “Caseros KO”, “Just my imagination”); ricotero (“Cúpula invertida”); revulsivo (“Another brick in the Grohl”); dylaniano (“A Hard Rain's a-Gonna Fall”); probando con el flow (“Ringo y Alberto”); una versión lo-fi de “Seguir viviendo sin tu amor”, “Me gusta ese tajo” y otra en vivo (en la prueba de sonido antes de un recital en México) de “Alma de diamante”; experiencias poéticas y cancioneras con Jorge Larrosa -integrante de una cofradía barrial y fraterna denominada los Poetas de la Zurda- (“El Gallego” y “Vida tumbera”); ratos de free rock (“El degollado”, “In the mood”); chifladuras (“Guillotina”, “El reyno”, “Famoso tercer día” y “Martín Fierro”); instrumental y psicodélico (“Psychoblues”, “Tres minutos”) y grandiosas versiones de “In my life” y “Strawberry fields forever” de The Beatles, “Don´t look back in anger”, de Oasis, “Jelous guy”, de John Lennon y “Bye bye Johnny”, de Chuck Berry.

Así y todo, Calamaro sigue preparando el sucesor de On the rock ("Tambien hacemos canciones. Algunas las guardamos suponiendo que podrian ´grabar un disco´. Las otras las estare meditando con SoundCloud"), su último disco de estudio –y que podríamos ubicar cómodamente en la lista de sus grandes producciones-, pero no sin antes experimentar y “colgar” casi diariamente una canción (o “instalaciones”, como prefiere llamarlas) por día en su perfil de SoundCloud y seguir nadando contra la corriente.

miércoles, 25 de abril de 2012

Saga Bob Dylan: V. Los músicos argentinos hablan de Bob Dylan

Litto Nebbia:

Bob Dylan es alguien que uno quiere y comprende desde siempre. Un viajero, un hombre de la ruta, esencialmente un songwriter, un verdadero compositor. Sin ser virtuoso en ningún instrumento, sabe el papel que debe cumplir cada uno para proteger la canción. Es alguien que fue creciendo con uno a través del tiempo. Como cantante, como autor, como productor, inclusive. Esta última etapa lo encuentra en su mejor forma: para mí, con uno de los mejores grupos con que ha tocado, y sus canciones de siempre, remozadas, que parecen más frescas que nunca.

La huella que marca y deja Dylan es, más que nada, su formato conceptual. No es que haya tipos que copien la manera de tocar o escribir de Dylan. Es su personalidad y su marca en la escena, la que lleva gran parte de la corriente adelante.

Siempre se lo consideró como un avanzado en las letras de canciones, pero si uno revisa su composición, sus canciones tienen una belleza y madurez increíbles. Quizá no te das cuenta de la importancia musical de muchas de sus canciones, porque él siempre es fiel a su estilo, las interpreta o graba de una manera desarropada, sin mayor preocupación en refinamiento de arreglos. Pero hay que prestar atención a una serie de cancioines de Dylan, que tomadas por otros intérpretes, arregladas a su manera, muestran la riqueza de posibilidades que esas canciones tienen, justamente porque la estructura melódica y rítmica es muy, muy sólida.

Aquí va una pequeña lista de ellas:
-“Mighty Quinn”, por el grupo inglés Manfred Mann
-También por Manfred Mann: “Just Like a woman” y “If you gotta go, go now”
“Mr. Tambourine Man”, por The Byrds
“These whells of fire”, por Brian Auger y Julie Driscoll
“All along the watch tower”, por Jimi Hendrix

De sus discos, siempre hay algo que me gusta de todos, pero elegiría como uno bien completo, Highway 61 Revisited. Por un lado, porque incluye “Like a Rolling Stone”, y también porque está esa banda con Mike Bloomfield y Al Kooper, entre otros. Otras canciones que adoro son ”Lay Lady Lay” o “I Want You”, entre tantas otras.

Creo que “Like a Rolling Stone” es “la canción”. Es para la época, la que abre las posibilidades a un  nuevo formato de canción. Una canción donde ya no importa la duración que tenga, ni las rimas, ni las partes comunes para ese tiempo. Cuando apareció (y yo me compré el 33 simple) era imposible creer que una canción de un single durara 6 minutos. Mucho menos con un  lenguaje que era una mezcla de narrativa profética con toques surrealistas….

www.melopeadiscos.com.ar

Héctor Starc:

Mi amigo Eduardo Martí, famoso fotógrafo, recibió el apodo de Dylan, pues creo que fue el primero que lo escuchó y se dejó el pelo igual que él. Yo le decía que Dylan era una mierda pero, ojo, allá por el 67. Yo no entendía las letras, pues estaban en ingles y, la verdad, no me interesaba Vietnam, porque vivía en Floresta. Con el tiempo me fui dando cuenta de que las canciones que más me gustaban de The Byrds, Jimi Hendrix y otros músicos eran de Bob Dylan. Para mí es un genial compositor, horrible intérprete, pero con una onda que muy pocos tienen. Hay que saber diferenciar el genio de un creador al intrascendente papel del intérprete, según mi opinión.

 Héctor Starc fue guitarrista de Aquelarre y Tantor.

Andrea Álvarez:

No voy a aparentar nada para quedar bien porque no es mi estilo. No creo que en música exista algo que entender, lo que sí creo es que muchos piensan “me tiene que gustar sí o sí porque es grosso” y eso debe ser el “entender” del que hablan. De chiquita, era muy curiosa musicalmente, o sea que si me enteraba de que Dylan era capo ahí era donde yo apuntaba. Pero, fuera de los hits y de las hermosas letras, no era muy atractivo para mi al lado de Los Beatles, por ejemplo. "Mr. Tambourine Man" fue la primera canción que escuché en el disco (que me había comprado); Concierto para Bangladesh. En ese disco también estaba “Just like a woman” y "Blowin' in the Wind" que era es una de mis preferidas, un súper hit imposible que no te guste.

La verdad es que yo creo que no influenció en mí, aunque depende del punto de vista que se lo vea. Musicalmente, lo suyo no tiene nada que ver con lo que me gusta, me gustó y la dirección que tomó mi propia música. Pero como personaje que marca la historia del rock, sus actitudes artísticas (el video del show en que enchufa la guitarra, electrifica su música y la gente lo abuchea, lo vi mil veces) o muchas de ellas y su significado como icono, ahí sí, seguramente. No se concibe la historia del rock sin Bob Dylan, es un hecho.

Las canciones que más me gustan son “Like a Rolling Stone” y “Blowing in the wind” Tienen todo. La letra y la forma en que resuelve un mensaje de una manera aparentemente fácil pero justamente con una sencillez sofisticada, bien Dylan. No tengo un disco favorito, sino que al principio, en vinilo, los pedía prestados. Sabía que tenía que escucharlos y yo prestaba alguno mío a mis amigos intercambiando gustos. Así era como hacíamos antes.

El que sí me compré es Time out of mind que me gustó mucho. 
La última vez que vino fue mi hijo y fue como ir yo en parte, pero lo que me pasa últimamente es que no me dan ganas de ir a shows. No me entusiasma nada como para impulsarme, a menos que me re inviten. Vi mucha música en vivo, muchísima pero a Dylan jamás.No es algo que me quite el sueño ir a verlo.

Registro a Dylan como alguien que a los varones de Argentina les gusta mucho. No sé si para algunos es una pose, pero a veces lo parece tipo “me tiene que gustar Dylan”. A mí como mujer, me pasa algo muy particular: es que no me termina de cerrar un artista si le huelo que con respecto a las mujeres tiene problemas. Me pasa con Bob Marley, por ejemplo. A todos les encanta, y yo misma lo considero un grosso, pero como también sé que era un golpeador machista, por ese lado no me lo banco. Y de Dylan sus mujeres decían, no que era golpeador, pero sí insoportable, machista, autoritario. ¡Y eso lo recuerdo desde muy chica! Entonces, por más que es un capo, hay algo que no puedo separar y lo llevo conmigo, afectando así mi gusto.

Una vez Herbie Hancock comparó a Dylan con Joni Mitchell diciendo que  si bien son contemporáneos, aunque Dylan aparece como seis años antes, él está reconocido como un ícono de la música popular, y ella -si bien es mejor poeta, mejor cantante, guitarrista y una muy sofisticada compositora- era ninguneada históricamente por el hecho de ser mujer y,  bueno, yo adoro a Dylan pero valoro artísticamente mucho más a Mitchell.


Andrea Álvarez es baterista, percusionista y profesora. Tocó con Soda Stereo, Divididos y Attaque 77, entre otros. Su último disco de estudio es "Doble A", donde contó con la participación de Ricardo Mollo y Richard Coleman.
http://www.andreaalvarez.com/

Gonzalo Aloras:

El primer vinilo suyo que escuché fue Bob Dylan at Budokan. Lo que me atrapó fue su estilo. Esto es, el modo en que “dice”. Luego comprendí que ese estilo sostenía una poesía inusual y única dentro del mundo del rock y que justamente ese sería su aporte más importante junto con sus canciones. El look Dylan y la sobriedad Dylan son dos grandes influencias para mí. Es la aristocracia del rock. Todos los que amamos el refinamiento y la aristocracia gestual, amamos a Dylan. El disco que más me gusta es Time out o mind, por la oscuridad de sus letras sobre el desamor, la vejez y el desierto moderno; producido sonoramente por Daniel Lanois, hacen una combinación tan increíble que no sólo es el disco que más me gusta de Dylan, sino de todos los que conozco.

De las canciones, la que más me gusta es “Like a rolling stone”. Es la más conocida en el mundo y eso, en este caso, habla de un tiempo que pasó pero al que no podremos evitar volver. Una canción popular que tiene semejante texto, semejante belleza, profundidad, simpleza a la vez, crítica social y clara postura política, que haya sido también un hit mundial, nos habla de que hubo una primavera en la historia del rock y que este es uno de sus himnos. Ahora nos toca a nosotros juntar fuerzas para llegar hasta la próxima primavera. A Dylan lo vi varias veces en vivo, en Buenos Aires, en Rosario y en España. Y lo volveré a ver cada vez que pueda. Hace de cada concierto un acontecimiento. NO repite. O mejor dicho, hace un uso muy creativo de la repetición. Las canciones son las mismas, pero hay una variación continua en la manera de decirlas, de modularlas, de cantarlas. Por otro lado, su gestualidad (poca por cierto) es el concierto mismo. Como si con un pequeño movimiento de pierna, nos contara todo el camino recorrido, por el mundo, por la vida, la suya, la nuestra.

Gonzalo Aloras es rosarino. Ya tiene editados tres discos de estudio. En "12", su última producción, contó con las participaciones de Luis Alberto Spinetta, Litto Nebbia, Fito Páez y Fernando Samalea. Es el guitarrista de La Luz, el grupo que acompaña a Litto Nebbia. Aloras fue guitarrista de Juanse, ex Ratones Paranoicos.
http://www.gonzaloaloras.com

Pablo Dacal:

Primero escuché las versiones de Hendrix, Caetano Veloso, Guns n Roses, Charly García. A Dylan, como decís, me era difícil escucharlo directamente, por no cazar bien el idioma y su cantar algo áspero. Creo que lo primero que me conmovió verdaderamente fue “I Want You” y “Like a Rolling Stone”. De todos modos, fui elaborando mi gusto con los años, y Bob fue creciendo dentro de la música en mi cabea cada vez más. Tengo total admiración por su capacidad de rockear al poeta romántico. Para mí, Dylan es una bisagra en el siglo, el punto en que se unen el siglo XIX con el futuro eléctrico y vertiginoso. En cuanto a discos, no lo sé, muchos me gustan y ninguno por completo. Es el recorrido de un poeta, me gusta observar la trayectoria completa. Con respecto a las canciones, al igual que en la pregunta anterior, son muchas páginas preferidas para mi. Además de las nombradas, el largo último tema de Blonde on Blonde, Is your love in vain, Sooner or later, Hurricane, Changing the Guards, y todos los clásicos -del primero al último. Y muchos más. Lo vi en Vélez y disfruté mucho, con mis padres en el campo y de parado. Tengo mucha expectativa por verlo en un teatro, ojalá que toque la guitarra y mire de frente al auditorio, tengo mucho interés por ver su performance tan sutil, sus gestos y sonrisas de viejo sabio que lo ha visto todo. Me encantaría cruzarlo por la calle en San Telmo y llevarlo a una milonga, me gustaría saber qué piensa del tango y la música criolla.

Pablo Dacal formó parte de Coki & The Killer Burritos. Luego, junto al orquestador Manuloop, fundó La Orquesta de Salón. Desde hace unos años encara su carrera solista. El año pasado editó "El Progreso", uno de los mejores discos del 2011.
http://pablodacal.bandcamp.com/

Adrián Cayetano Paoletti:

La primera vez que escuché un disco entero de Bob Dylan (en vinilo ya que fue hace veinte años) fue en la casa de Monica Vidal (cantante de Antihéroes y de El Lado Salvaje) y de Pablo Esaú (baterista de Los Piojos y baterista/cantante de Harry). Llegué a la casa de ellos y estaba Sergio Rotman (de los Fabulosos Cadillacs) escuchando no sé qué disco de Dylan. Recuerdo que Sergio estaba muy contento diciendo lo grosso que era Dylan y cómo se notaba su sonido en los discos del primer rock argentino: Sui Generis - Leon Gieco, etc.

Ese día lo que escuchaba no me gustaba para nada. Me molestaba su voz chillona y monótona como de radio spika.Dylan nunca me gustó. Ahora, a veces escucho alguna canción que me gusta, pero en general no me gusta. No te puedo hablar de su obra porque no la conozco. Sé que su fuerte son las letras, que mi ignorancia del idioma inglés me impiden apreciar. También sé que en sus comienzos tenía su discurso mucha fuerza política. Lo comparo con Donovan, del cual me encanta todo. Las canciones, como están instrumentadas, como están compuestas, las armonías, las melodías. Me gusta mucho cómo canta. Justamente lo que no me gusta de Dylan. A Dylan le falta melodía. Las canciones de Donovan están instrumentadas y arregladas de manera muy simple, pero casi perfectas. Dylan es muy lineal y monótono y siempre conservó su sonido roquero con órgano Hammond que acá todos saben imitar muy bien. En esa época Donovan era el "popero/comercial" y Dylan era el "político/comprometido". Pero yo creo que era sólo una visión típica de la época, porque Dylan era tanto o más comercial que Donovan.

Adrián Paoletti forma en 1987 Copiloto Pilato, una banda de culto y fundamental en el sur del Gran Buenos Aires. Luego comenzaría su carrera en solitario lo que lo llevó a editar, el año pasado, el gran disco Casa Rodante, acompañado de Los Acordes, su banda.
http://www.adrianpaoletti.com.ar/

José Noisé:

Como muchos otros, llegué a Dylan por otro artista. Me imagino que yo ya había escuchado “Blowin` in the wind”, pero no tengo memoria de ese momento. Sí recuerdo escuchar a Jimi Hendrix haciendo “All along the watchtower” y que me volara la cabeza mal. Había ido a una disquería de Lomas de Zamora, Don Disco, todavía existe y le pedí que me grabara lo mejor de Jimi Hendrix en un BASF de Cromo. Luego, durante una visita a la disquería del Rengo, en Lanús, mirando el vinilo de Electric Ladyland, veo que el autor de esa canción era Bob Dylan.  Ahí decidí darle una chance, así que volví a Don Disco y le pedí lo mejor de Dylan. Esta vez en un Grundig de Cromo. El loco me grabó Bringing it all back home. Discazo. Gracias, Don Disco.

Estoy segurísimo que influyó mucho en mí y que, habiendo escuchado bastante su obra, tomé de su música para nutrirme. No tengo ejemplos claros de esto, pero sí te puedo decir que de a poco me fui enamorando de su música. Al principio su voz te hace tomar distancia, no es accesible al oído pop, pero luego no sólo te resulta increíble sino que te inspira a tomarlo de ejemplo. Con su forma de cantar ya te dice cosas. Creo que hasta el día de hoy el primero que escuché sigue siendo mi favorito: Bringing it all back home. El primero eléctrico, o por lo menos la cara A del vinilo. Tiene mi canción favorita de Dylan, ¨It´s all over now, Baby Blue¨. Esa canción, definitivamente, tiene todo, la melodía es gloriosa; creo que en el disco, la forma en que canta la letra, le proyecta una intensidad fantástica. La letra en sí es simple pero efectiva. Para un chico de 17 años leer:

"The lover who just walked out your door
Has taken all his blankets from the floor
The carpet, too, is moving under you
And it’s all over now, Baby Blue"

en el momento en que se separa de su primera novia es muy fuerte y te queda grabado para siempre. Todavía no lo vi en vivo. Estoy contento que puedo ir a verlo ahora y de la forma que yo siempre soñé, en un teatro con buena acústica. Estoy seguro que va a ser increíble. Un momento histórico.

José Noisé es el cantante y guitarrista de Sub, una banda de Remedios de Escalada que abreva tanto de Guided by Voices como de Pixies y Yo La Tengo. Han editado "No desaparecer", un gran disco guitarrero y espacial.

Ramiro García Morete:

Creo que su encanto reside no tanto en el tiempo que requiere entenderlo, sino en que uno puede entenderlo de varias formas distintas a través de tiempo. La primera vez me sentí atraído por todo: la voz, el sonido, la melodía. Me refiero, por supuesto, a esas primeras canciones acústicas y súper clásicas (“It ain´t me babe”, “Blowin in the wind”) que pude escuchar azarosamente. El primer disco que conseguí fue el primer Greatest Hits (que hace poco compré en vinilo), al que se le sumaban temas eléctricos. Yo era chico, no poseía los prejuicios de sus contemporáneos y me fascinó de igual manera. Lo genial es que si bien yo ya tenía afición por la escritura y me esforcé por conseguir en unas revistas viejas algunas traducciones, nunca lo vi como un “poeta” o sólo eso. Sigo sosteniendo que la clave de Dylan no está en lo que dice, sino en lo que no dice.

A la par que conseguí mi primera guitarra, compré un soporte para armónica (que yo ya tocaba con algún cierto dominio): eso responde bastante. Mas allá de las cuestiones melódicas, inflexiones vocales o estructuras compositivas (a veces creo que en ese sentido, le robo más a Lennon), creo que la palabra influencia adquiere su más amplia acepción en su caso. Porque artistas como Dylan no son un espejo sino una plataforma: desde allí llegás a Whitman, a Picasso, a Robert Johnson, a La Biblia, a Rimbaud y las infinitas redes que lo atraviesan. Es un punto de inicio, no uno de llegada. Es un lenguaje, un universo.  Pero su mayor aporte-como sucede con Miles, por ejemplo- es su don´t look back, su incomplacencia, su capacidad de cambiar y hacer lo que se le da la gana. Desde su voz hasta su comportamiento, Dylan jamás es complaciente ni accesible, pero sin embargo es mucho más cautivante y perdurable. Por algo Chuck Berry lo definió como la gran bestia del rock and roll.

Difícil, porque hay un Dylan para cada momento o sensación de tu vida. No puedo escuchar Blood on the tracks sin que me dé escalofríos: es tan puro, tan honesto… Pero asumo que Blonde on blonde es insuperable. Es imposible responder sobre cuál es su mejor canción. Me presto al juego y te digo que "Sad Eyed Lady of Lowlands" produce en mí un efecto hipnótico: es entre épica y surrealista, bella y espontánea. Fue grabada en una sola toma…extraordinario. Dura once minutos y por mi, podría durar una vida.  

La ciencia podrá explicar el Big Bang, pero jamás porqué no fui a Vélez. Es cierto que no tenía plata.... pero no es excusa. Algo inexplicable me pasó. De todos modos, no me arrepiento tampoco. Ese viejo hosco me tiene sin cuidado. Por eso, aunque tenga fila 8 para el Rex, no tengo expectativas: en definitiva, otra vez va a hacer lo que se le dé la gana.

Ramiro es el cantante de Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete, una banda que explora la canción tradicional (mediante la influencia de Bob Dylan, Wilco y Andrés Calamaro). En marzo de este año, lanzó a través de su bandcamp, su primer disco solista: El olor de la sangre.
http://misterelolordelasangre.bandcamp.com/album/el-olor-de-la-sangre
http://miroysufabulosaorquestadejuguete1.bandcamp.com/album/los-caminos

Fede Kempff:

Bob Dylan me influyó y me sigue influyendo. El tipo de melodías, de canciones, el plano de las guitarras acústicas; los tipos de temas, ya sean folk rock o country, todo el tiempo me influyen. Y qué decir de sus letras. El disco que más me gusta es Blood on the tracks, creo. Es muy difícil elegir. Me gusta lo descarnado que es el disco. Él venía de una ruptura y se nota en lo visceral de las canciones y las letras. Pero, también, me gustan otros discos. Puedo nombrar varios, Blonde on Blonde, Highway 61 Revisited. Creo que mi canción favorita es "Lily, Rosemary and the Jack of Hearts"; una de mis favoritas también es “Thunder on the mountain",me gusta mucho "Jolene" que es de un disco relativamente nuevo, Together Through Life. Las veces que vino a tocar no pude ir por diversos motivos. Acabo de saber que se agotaron las entradas para esta vez. Mis expectativas son muchas, es una fucking leyenda, mi leyenda personal.


Federico Kempff es el cantante, guitarrista y compositor de Fede Kempff y Tarantinos, una banda cancionera de la ciudad de La Plata que se encuentra grabando lo que será el sucesor de "El lugar que nos queda adonde ir", publicado en 2010.

Reno González:

El primer tema que escuché fue “Masters of war”. Y no, al principio no me llegó. Luego leí la letra y fui entrando, pasé a otros temas, siempre en la línea acústica. Me voló la cabeza Another Side of Bob Dylan. Recuerdo que un día  empecé a leer en una revista vieja que Dylan tenía una parte eléctrica, algo que yo desconocía porque siempre lo tuve como un cantante con su armónica y guitarra. Cuando escuché esos discos eléctricos me dejaron sin palabras. Bringing it all back home, Highway 61 Revisited y Blonde on Blonde cambiaron mi visión de la música, del cantautor, del poeta. Creo que todo el que lo escucha y le gusta, toma algo de Dylan. Yo traté de tomar todo porque es algo inconsciente, uno se queda con las melodías de los artistas que más le gustan y, luego, va modificando para no quedar igual, pero inconscientemente creo que tomé mucho. Uno de los discos que más me gusta es Bringing it all back home.

Pensar en la fecha en que fue compuesto, que tenga un lado acústico y otro eléctrico, ¡temas casi zapados y con letras increíbles! Es un discazo de pies a cabeza. Las letras eran impensables para esa época: agarraba personajes históricos y los cambiaba de contexto, creando historias formidables. El tema que más me gusta es “Tangled Up in Blue”, de Blood on the Tracks. La idea de un disco hecho después de un divorcio es algo increíble, pero lo es porque no es de odio, tampoco de amor, sino de lo que quedó y de los recuerdos de la convivencia. A mí me mata realmente ese tema, la letra me parece increíble. Obviamente, le mete siempre un dejo Dylan de cuelgue, si se puede decir, pero es increíblemente bella la letra y te va llevando como un buen libro. Musicalmente, tiene lo que amo de cualquier canción en mi vida, tres o cuatro acordes y un estribillo simple, pero que te queda clavado. Lo fui a ver en Vélez, pero me quedo con el Bob Dylan de los primero 15 discos (que no es poco). Así que lo de Vélez fue lindo por el hecho de verlo, más que por la forma y la onda que le dio a sus viejas canciones.

Reno es el cantante de Reno y sus Castores Cósmicos, una banda de rock and roll de la ciudad de La Plata. Influenciados por el indie norteamericano de los noventa, grabaron tres discos de estudio. El último, “En el Peaquod”, es una obra conceptual basada en el libro de Hermann Melville, Moby Dick. Reno también es solista, su producción cuenta con centenares de canciones, todas grabadas de forma precaria, con una fuerte influencia dylaniana y salmonera.
http://renoyloscastorescosmicos.bandcamp.com/

Roy Milan Johansen:

Yo llegué a Dylan a través de los Stones; quiero decir, ya lo conocía, pero nunca me puse a escucharlo hasta después de Stripped, el disco en el que los Rolling Stones versionaron "Like a Rolling Stone". Arranqué por Highway 61 Revisited, en busca de la original y, claro está, me gustó más que la de los Stones. Aunque la versión de éstos es muy buena, en la de Dylan hay, por un lado, un valor en el despojo de la interpretación que es muy atrapante, una pedantería que supera todo y, por otro lado, el sonido de la época y la producción con ese Hammond que comanda toda la secuencia le juega muy a favor. Después, cerca del 2002, con una banda que tenía antes de Excursiones Polares tocábamos "Soplando en el Viento" que es una versión que hizo Sandro de "Blowing in the Wind" en español. Esa sí que me gusta más que la original. Como que la letra es cualquiera y no está en el mismo tono que la de Dylan, salvo el solo de armónica que sí, con lo cual ahí se arma un pasaje que le da un color re interesante a la canción.

A mí no me costó para nada "entenderlo" (de hecho tampoco me propuse desentrañarlo). Me dediqué a disfrutar de sus canciones y listo, me gustó de una. En cuanto a lo compositivo no soy consciente de manera directa de su influencia. Yo también toco la armónica y cuando me pongo a tocar con la guitarra, seguro algo de lo que se me ocurre pasó previamente por un filtro Dylan en mi cabeza, pero esos procesos son bastante inconscientes en mí.

Respecto de la influencia en Excursiones Polares, nos gusta muchísimo la instrumentación del Dylan con The Band. Más allá de ser todos grandísimos instrumentistas, las individualidades nunca están por sobre la canción. Es muy difícil elegir solamente una canción de un tipo que tiene un repertorio de más de 300. Hay muchas que me gustan, pero sí hay una que es especial. La descubrí a través de mi película favorita (Dazed and Confused, de Richard Linklater, que casualmente vi por primera vez el mismo año que los Stones versionaron "Like a Rolling Stone"). El tema es "Hurricane" y me parece genial como va tomando vuelo en el comienzo y llega al toque al puente con la percusión bien marcada, lo cual le da una épica muy fuerte. Los solos de violín, con esas entradas a platazos limpios son dramáticos. La letra creo que habla de un boxeador que termina en cana, lo cual es mejor aún porque va de maravillas con la instrumentación del tema. A Dylan lo vi en Vélez la última vez que vino (¡en el ´98 me lo perdí con los Stones por ir otro día!) y me pareció, en ese momento, que era ideal verlo en un teatro, un bar, lo que sea menos un estadio al aire libre, aunque también pienso que en esa oportunidad el tipo logró ese clima de intimidad en un lugar gigante, lo cual habla de lo grande de su figura. Ya tengo entradas para la última función en el Gran Rex, ¡así que espero por lo menos darme cuenta de qué tema está tocando antes de que llegue el estribillo!

Roy es el cantante de Excursiones Polares, un grupo de Bernal que ya tiene dos discos grabados. El último, “Música total”, fue producido por Marcos de Martis. También participaron del compilado Los Ellos, homenaje a El Eternauta, con A.H.G.O, una canción tributo a Héctor Germán Oesterheld.
http://excursionespolares.bandcamp.com/

Juan Manuel López Manfré:

En un punto, lo fascinante de Dylan es que no lográs entenderlo. En un decir, sí, desmenuzás las letras, pero hay algo de eso que te llega emocionalmente. Su obra y su vida tienen las características de símbolo y como tal te adentra a lo desconocido y lo indecible. No lo cuestionás, te dejás llevar, viajás el viaje de Dylan y es fuerte. Partiendo de eso, puedo decir que fue de a poco, no me fui dando cuenta hasta que estaba hasta la re manija. El primer disco que escuché fue Blood on the tracks y abre con Tanged up in blue. El desarrollo de esa canción a nivel letra y música va en un crescendo de intensidad que es tremendo. Lo primero que sentí -honestidad brutal, eh- fue: "Uaaaau ahora lo entiendo a Calamaro" (risas). Andrés estaba poseído por el arquetipo dylaniano y, lógico, ¿quién no quiere convertirse en Bob Dylan al menos en una canción? Con respecto a las cualidades interpretativas y tímbricas de su voz  -sobre todo la del joven Bob-  es un ítem que muchos dicen que les dificultó las primeras escuchas, porque es raro, medio jugado con la afinación, chillón…digamos que no es una voz con cualidades stándares. Pero, como yo era un adolescente en los noventa y venia de escuchar mucho punk, la voz de Dylan fue lo más familiar que encontré en sus canciones y me costó conectar más con sus composiciones de raíces más bluseras, pero fue cuestión de tiempo y de conectar con la mitología Missisipeana. (El joven Dylan y el joven Daniel Johnston tienen parecidos tremendos por momentos).

Influyó mucho en mí. Al tomarlo como escuela y luego esas ganas de imitarlo, pude, por ejemplo, ponerme disciplinado y lograr mantener intensidad y ritmo durante toda la tocada de una canción con guitarra acústica y voz. Me permití escribir letras más largas (lo que tengan que durar) en vez de pensar tanto en el registro pop de los 3 minutos y medio. Me sirvió artísticamente como registro de que puedo ser absolutamente libre para expresar un sentimiento o una idea en una canción, que la voz puede ser bellamente desprolija, cosa que los profesores en general te lo quieren pulir. Fundamentalista del amor, nuestro segundo disco, está bajo la influencia dylaneana, ¡tanto que lo nombro a Bob 3 veces en todo el disco! Desde las letras como en lo musical, si bien es un disco pop, revisitamos y damos una interpretación sobre la música de los 60. Hay una canción que se llama "AdrenaDylan" y en mi fantasiosa mente es como una versión criolla de “Like a rolling stone”, porque habla de una chica bien que le empieza a salir todo mal. Las canciones sobre chicas que les va mal, es todo un arquetipo mitológico dentro del rock. La canción "El invierno es nuestro" es una crónica sobre estar enamorado y tener como banda sonora del romance The freewhelin´, y "Echado a perder" es una balada folk con un poco mas de letra que lo habitual y totalmente dylaniana. Dylan me acercó al blues. Mi favorito sin dudas es The freewhelin Bob Dylan. Me parece un disco de espíritu joven y como tal eterno. Tiene sabor a inocencia pero es agudo. Dulce, pero incisivo. Inspirador. Un amigo mío dijo que está fuera de registro y coincido porque es EL disco folk, pero no se parece a ninguno de los discos del género editado en esa época. Los acordes, la forma de tocarlo, tiene mucho de la norteamérica profunda y mucho del folk irlandés, una combinación que no se había plasmado como nunca en esa época. Hoy en día nadie te puede hacer un discazo así con guitarra y voz, despojado en toma directa.  Algo parecido pasa con Nevermind de Nirvana. Inaugura el grunge, pero ninguna otra banda grunge suena a Nirvana. Freewhelin es folk pero es más. Vibra. Le doy play y lo dejo hasta el final, por más que lo haya re contra escuchado un millón de veces.

Juan Manuel López Manfré es el cantante de Superfluo, una banda de Capital amante de la música de Bob Dylan. Ya tienen dos discos editados.
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