domingo, 15 de agosto de 2010

"Trato de no contar todo el cuento"

Como Avellaneda Blues es un blog nuevo, comienzo a subir algunas de mis notas en Página/12. Aquí va una entrevista con Richard Coleman, publicada el 6 de diciembre 2008.


Esta vez hay un cementerio gris, amargo, un par de lápidas apretadas en un contorno ovalado. Debajo, una inscripción: Carnaval de fantasmas. ¿Carnaval? ¿Fantasmas? ¿Una fiesta? Es que 7 Delfines es prácticamente eso: una conjunción de festividad y desencanto. Ya lo habían demostrado en la poética de Dark (1997), un disco ácido, irónico. Sin embargo, lo que pergeñaron Richard Coleman (guitarra y voz), Diego García (guitarras), Germán Lentino (bajo) y Braulio D’Aguirre (batería) fue un sinfín de sonidos que la banda no experimentaba desde su debut en 1992. Dentro de la obra del grupo, Carnaval de fantasmas parece ser el disco más espontáneo, más actual, menos urgente. Ocho años después de Aventura, Carnaval... es un álbum raro: está compuesto de baladas negras y una dosis de rock sinfónico. La portada, ese cementerio rodeado de un blanco aséptico, parece expresar un planteo de contrariar. Es parte de esa magia de la que habla Richard Coleman –ex Fricción y Metrópoli, integrante de la banda de apoyo de Gustavo Cerati para Ahí vamos– sobre la mesa del bar de La Trastienda, donde hoy presentan las canciones nuevas.

–¿De qué se trata esa “magia”?

–Siento que hay un espíritu atrapado en las canciones, una magia increíble. Son tan genuinas en la ejecución, que ese instante quedó atrapado en el disco y me siento orgulloso de eso. El tipo que no sabe cómo está grabado no le importa esto que digo. Pero hay algo en el color, en la calidez, en la calidad de esos temas que son maravillosos. Y eso para nosotros era muy importante que quedara registrado.

–La letra de “Parece que hay lugar” sintetiza la carrera de 7 Delfines. ¿Siente que todavía no encontraron el lugar merecido?

–Yo no sé muy bien qué lugar ocupamos. Sé que hay un lugar. Por ahí con este disco espero que podamos tocar para más gente. No por el disco sino porque tenemos buenas canciones. Con respecto a la letra del tema, puede ser que tenga que ver con el lugar a establecernos definitivamente. Igual yo dejo que las canciones las complete el que las escucha. Si a alguien le estimula por ese lado, mejor. Siempre dejo que las letras las interprete la gente. Trato de no contar todo el cuento, que lo termine el que escucha. Eso es lo que trata de hacer la banda: dejar que el público participe de esa manera. En la letra cuento la vida de un individuo que no encuentra su lugar, pero tiene que adaptarse. Se puede proyectar a muchísimas lecturas. Con varias canciones pasa lo mismo... siempre hay una lectura personal que yo espero que sume. Y eso, lo que dice la gente de un tema, cómo lo interpreta, hace a la canción mucho más grande.

–Hace poco dijo que este disco los iba a llevar a la masividad. Pero también lo había dicho en la presentación de Aventura. ¿Cuándo va a llegar entonces la masividad?

–(Risas.) Soy un hombre que me contradigo. Si como rockero pierdo eso, estoy perdiendo una herramienta verbal importante y estimulante. Hace tres años aceptaba la idea de ser masivo, y ahora reniego de eso. A mí me parece que si hubiera lugar culturalmente para convivir todos como artistas, no estaría hablando de esto ahora. No es fundamental artísticamente ser masivo, lo que es fundamental es tocar, exhibirse. Se trata de poder compartirlo con la mayor cantidad de gente posible. Hacemos canciones y tenemos que mostrarlas. Pero no somos sólo una banda de canciones, somos una banda de discos. Si yo la guardo en mi casa, la canción no sirve para nada. Suceda lo que suceda vamos a seguir haciendo discos. Por ahí el próximo lo saquemos dentro de un año o diez. Eso no importa. Lo que me garantiza que éste sea un buen disco de 7 Delfines es que yo pueda dormir y estar tranquilo. No garantiza que lo escuche más gente, que se venda más o que vaya más gente a los recitales. Estuvimos llevando más gente durante estos últimos cuatro años que ahora que tenemos disco nuevo.

–¿Le da bronca que la prensa siempre lo catalogue de “oscuro”?

–No, todavía no me molesta. Pero se van a enterar cuando me dé bronca (risas). El lugar oscuro me lo gané. Es un bien ganado. En un punto nos sirvió para que nos pusieran en algún lugar. En mi corazón artístico sé que hacemos otra cosa, pero sé que la carga poética y musical nuestra es oscura y romántica. Ahora de ahí a ponerme la etiqueta de oscuro o gótico es otra cosa. Esto empezó un poco con Dark. Hay gente que no se dio cuenta de que yo salgo cagándome de risa en la contratapa de ese disco. Me daría bronca que nos cataloguen como banda pop. ¡Hay gente que piensa que somos una banda pop! Eso sí me da bronca. Nosotros somos un grupo que hace canciones de rock. Punto.

En 2003, 7 Delfines estuvo de vacaciones. Unas vacaciones bastante forzadas por los viajes de su cantante. “Estuvimos parados casi dos años, pero fue una buena previa. Durante 2004 empecé a componer, experimentando con canciones, otro tipo de arreglos. Y también empecé a trabajar solo, apartándome de lo que era el formato de la banda. Componía de acuerdo con lo que la canción pedía, a lo que mi necesidad como compositor me llevaba. Empecé a probar con teclados, con un sonido más parecido al del rock sinfónico, algo que quería experimentar desde hacía mucho. Desde 2005 para acá estuvimos tocando periódicamente cada dos meses, para que la dinámica del show no se perdiera.

–Después de diez años de tocar juntos, ¿encontró el equipo más sólido posible?

–Sí, es irrefutable. Desde que empezamos en el ’98 con esta formación siento que somos impresionantes. 7 Delfines es un equipo de rugby. Es tremendo lo de los chicos. La comunicación que tenemos, esa magia que supimos capturar en este disco, y la relación que tenemos es casi familiar, perfecta. El sonido de la banda no es consecuencia de los arreglos, de las canciones o de cómo toca cada uno: es el resultado de estos diez años.

En 2005, un Coleman sorprendido se encontró con una carpeta. Dentro de ella hay unas hojas sueltas con bocetos de casi 20 canciones, que inmediatamente presentó a sus compañeros de banda: “Si tienen ganas, podemos empezar a tocarlas”. Algunas no daban con el tono del grupo. Otras, apuntaladas sobre un estribillo machacante, quedaron en la nada. En la carpeta aparece “Carnaval de fantasmas”, bastante distinta a lo que estaba haciendo el grupo. Sus compañeros dijeron: “Es un temazo”. Por esos días también terminan de darle forma a “Subsonido”, la mejor canción del disco. “‘Subsonido’ empezó siendo una mezcla de electrónica y mi voz. Tenía una base con la letra. Y los chicos me insistieron para que metiera las guitarras, y así quedó muy rockera. Es muy raro cómo empezó esto porque los chicos se engancharon cuando escucharon ‘Carnaval de fantasmas’, un tema demasiado lento y extraño.”

–Es raro que les haya sorprendido ése y no otro más rockero.

–Sí, pero yo trabajo con 7 Delfines porque tenemos una comunicación muy importante; justamente lo raro, lo difícil, es lo que nos incentivó a hacer este disco y a querer hacer algo diferente. Si se filtra algo nuevo no es tan jodido. Lo que pasa es que el músico se vuelve loco con esas cosas, y se va deformando, se agarra la cabeza y va depurando todos los sonidos y al final se pierde todo. Y en la misma sala, sin auriculares, escuchándonos, apareció esa magia de la que hablaba, algo que sucede de la comunión de cuatro músicos tocando en un mismo lugar, una mística. Si había algún fantasma era muy probable que lo pudiéramos atrapar, y lo percibo cuando escucho el disco. Escucho mucha gente que dice “cómo tocan los Delfines”, “qué bien que estás cantando”. Pero eso, hasta ahora, no había sido grabado, entonces quisimos hacer eso: captar toda la energía.


–Tuvo la última palabra a la hora de decidir sobre las canciones. ¿Se convirtió en un productor tirano?


–(Risas.) Cuando uno compone se encariña con lo que tocó y arregló. Y eso uno quiere que esté. La responsabilidad de elegir los temas recayó sobre mí, y tuve que ser cruel a la hora de optar. A partir de ahí tuve que desarrollar un filtro, prioricé lo que quería, cuál era el objetivo. Quería un disco corto, de diez temas, no más de 45 minutos. Quería hacer un álbum como si fuera un LP, que tenga dos caras y que cuando lo termines de escuchar te dieran ganas de volver a escuchar la cara A. Un disco que pasara rápido. Y así, en el estudio, me transformé en el loco de la motosierra; empecé a serruchar muchos temas. Empezamos con 24 canciones y grabamos 14. Lo que trato de decir siempre es que es un disco para melómanos.

–¿Qué van a hacer con las canciones que quedaron afuera? ¿Subirlas a Internet?

–No, como decía, somos un grupo que hace discos. No nos interesa subir un tema solo. A mí no me suma ni me resta. Estuve subiendo pedacitos de temas, con muy buenos resultados. Con eso de bajarse música no estoy muy de acuerdo. Me enojé mucho porque el disco salió un lunes a la noche y el martes a la mañana estaba colgado en una página. Me puse muy mal. Después se me pasó. Para mí es una falta de respeto hacia todo 7 Delfines. Me da por las pelotas: además que no lo garpan, está lo que sufrí haciendo el arte de tapa: semanas enteras pensando cómo íbamos a presentar el arte. Y eso les chupa un huevo. Yo no lo apruebo. No es porque busque una moneda. Que tuvieran la decencia de esperar que el disco estuviera en la calle...

–Pero si Carnaval de fantasmas es un disco para melómanos, el melómano lo va a comprar.

–Sí, es una conclusión que saco después de toda esta mierda. Pero si uno se baja el disco sólo para tenerlo, como un fetiche, no me interesa ser amigo de esa persona. En mi casa está prohibido bajarse cualquier cosa. En casa de músico no se baja música de Internet. Me indigna. Pero que hagan lo que quieran, si quieren subir fotos mientras están cagando, que lo hagan, yo no las voy a mirar. Me parece una grosería.

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