Aquí la segunda y última parte de la entrevista con Miguel Zavaleta. "No lo sé, suerte, quizás", su último disco, se puede descargar gratuitamente desde su sitio oficial: www.miguelzavaleta.com.ar
De chiquito siempre me interesó el tema de los ovnis.
Pero hace unos años volví a conectarme con todo eso. Hace 15 ó 16 años que
empecé seriamente. Hace nueve tenía un programa de radio en Pilar. Ahora tengo
otro. Hablo de cosas pesadas ahí. Cuento reportes, informaciones e historias de
contactos con humanoides. Historias extrañas. Yo no encaro el programa desde la
pregunta “¿existen o no existen los extraterrestres?” No, yo estoy convencido
totalmente: existen. Las naves que vemos, que se ven en videos caseros, ¿cuántas
serán?, ¿serán humanas? Todos los astronautas lo dijeron: hay vida afuera del
planeta tierra.
Yo tenía once años y vino un grupo con Fabio Zerpa, año 1966.
Vinieron a hablar de ovnis a mi casa yo me volví loco. Me mostraron un par de
fotos y nunca más me olvidé del tema. Después lo seguí de más grande. Y eso
disparó en mí otras preocupaciones: a preguntarme por el futuro del planeta, de
la humanidad e investigué mucho y terminé más preocupado que antes. Una cosa es
ver una nave y otra verla en televisión. Hay mucho de eso que es falso. Pero
cuando ya ves que hay 500 videos, decís: “esto no es joda”.
Mucha gente ve fantasmas. No es un tema que yo aborde en las
canciones. No quiero asustar a nadie. No quiero hacerme el extraño. Es un tema
fascinante.
La música es un don. Toda la música que yo hago es música
formal, para instrumentos de rock. En mi cabeza sólo hay ruidos de bocinas, de
gritos de gol, de destapes de botella. La
música imaginada es rara. Escucho las canciones de este disco y me sorprenden.
Me pregunto: ¿de dónde salio eso si en mi cabeza nunca estuvo? Y eso es
hermoso. Ahora lo veo como un don. Antes lo veía como un don también, pero era
una excusa para escalar socialmente. Y también para mi autoestima. La música
era una herramienta, pero ahora dejó de serlo. Y solo pasó a ser un don y la alegría
de poder hacer una música mejor. Yo no disfrutaba de esto como la disfruto hoy.
Pensaba que no tenía cosas importantes para decir. Ahora no siento ningún
compromiso pesado. He pasado a un anonimato mayor que el de antes, pero esto se
debe a que quiero salir a tocar. Tocar mucho más que antes.
No grabé nada desde “ Suéter 5”. Bueno, grabé dos discos
solistas pero están ineditos, uno producido por Pedro Aznar. Están ahí
guardados. Y hay un disco de Suéter en vivo. Participé en otros, como invitado,
pero esto es lo primero que sale en casi 16 años. Lo que siento por la música
es mucho cariño. Siento que ella y yo somos muy buenos amigos. Antes, al no
poder sacar temas de otros, no tocar tanto, la música era algo lejano para mí.
Todos creían que manejaban de taquito la música y me ponían un piano en una reunión
y no me acordaba de cómo era una canción. Me decían “tocá tal canción”. Y yo
les decía: “no la sé”. Generalmente, los músicos que sacan discos, empezaron
tocando algún instrumento y sacando temas de otros artistas, así se empieza normalmente.
Yo no, yo nunca había sacado un tema de nadie. Ni “Let it be” podía sacar.
Llego a grabar el último disco de Sueter no habiendo practicado nunca con un
solo instrumento. Luego de ahí empiezo a sacar canciones, a estudiar, a
dedicarle horas y horas al piano. Y el resultado es esto. Y estoy más que
feliz.
Originalmente, “No lo sé, suerte,
quizás”, iba a ser un disco de Suéter. Pero en la banda teníamos visiones
diferentes, ideas de por dónde tenía que ir la banda. Nunca hubo problemas, sólo
diferentes miradas.
Yo siempre fui muy futbolero, de
pibe jugaba de cuatro, pero en la música intento jugar de número diez: tengo que
componer, tocar. Nunca supe pisar una pelota, fui siempre un buen marcador,
pero hasta ahí nomás. Pero en la música ocupo el lugar de los que tienen que
pisar la pelota, pero sigo pensando como un número cuatro. Siempre pensé en
equipos. Es difícil armar equipos en donde todos sean números diez. Para jugar
hay que renunciar a ciertas cosas. Todos tenemos que explotar, pero también
tienen que ceder en algunos puntos. Si no, llega un punto en el que te separás.
Yo puedo bancarme a alguien en mi banda que no tenga una buena digitación, pero
no me banco a alguien oscuro o que no sea leal o un chanta. Los músicos somos
una tribu agradable. No sé si todos los músicos, pero hay de todo acá: hay
locos, malas personas, pero la mayoría son buenas personas.
Tuve mucha suerte con Suéter. En esos momentos en que me
siento mal, pienso en todo lo que me dio Suéter y eso me pone feliz. Haber
estado rodeado de músicos excepcionales me dio la oportunidad de armarme a mí mismo
como persona, lo que logré después socialmente. Me salió todo mal durante diez
años y cuando pensé que el partido estaba perdido, comencé con Suéter a los 25 y
lo gané. O no, porque acá no importa ganar o perder, pero sí sé que fue un
partido excitante.
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